Sin vergüenza – Cristo para Todas las Naciones

Así fue como Booz tomó a Rut por esposa, y se allegó a ella, y el Señor le concedió quedar embarazada y dar a luz un hijo. Las mujeres le decían a Noemí: «¡Alabado sea el Señor, que te concedió tener un nieto que te rescatara! ¡Su nombre será celebrado entre los israelitas!… Y las vecinas decían: «Noemí ha tenido un hijo» Y lo llamaron Obed. Éste fue el padre de Yesé, que fue padre de David (Rut 4:13-14, 17).

La escritora de esta devoción nos cuenta: hace muchos años, cuando estaba embarazada de nuestro primer hijo, fuimos a ver a mi cuñada jugar fútbol en su escuela secundaria. Ella era bien delgadita y corría súper rápido. En una de esas corridas rapidísimas, una de las jugadoras del equipo contrario se estrelló contra ella y literalmente la hizo volar por el aire, cayendo luego duramente en el suelo. ¡Creí que se había quebrado cada hueso de su cuerpo! Sin pensarlo y sin vergüenza, di unos brincos enormes entre las gradas, con mi gran panza de embarazo, y fui donde estaba ella ¡en medio del partido! Gracias a Dios no le había pasado nada. Lo único grave fue la vergüenza que pasó cuando el entrenador me mandó a sentarme. ¡Pero es que fue instintivo, no podía dejarla allí tirada después de haberse caído y golpeado tan fuerte!

Así es nuestro Padre. Él no tiene vergüenza cuando se trata de rescatarnos. Hizo y haría lo que fuera para rescatarnos y ayudarnos cuando nos caemos y nos golpeamos. Él no solo interrumpe el partido de nuestras vidas sin vergüenza, sino que nos bendice y restaura.

En el pasaje de hoy vemos cómo Dios bendice la unión de Rut y Booz con un hijo, Obed, quien se convierte en el abuelo del rey David, formando así parte de la genealogía de Jesús. Es que Dios no se queda de brazos cruzados cuando nos ve tirados. Él tiene planes grandiosos para nosotros y para las generaciones que nos sigan. Nuestra responsabilidad es celebrar y compartir su bondad con otros, siendo instrumentos de su gracia y redención en nuestro mundo.

Cada día Dios nos está guiando activamente hacia su plan perfecto. Así que, al igual que las amigas de Noemí celebraron su redención, celebremos nosotros también la redención que Cristo nos ha otorgado en la cruz y las generaciones de bendiciones que vienen con él.

Oremos: Querido Padre, nos acercamos a ti con gratitud y admiración por tu amor sin vergüenza. Ayúdanos a recordar siempre que tus planes son grandiosos y a que seamos instrumentos de tu gracia y redención en este mundo. Amén.

Para reflexionar:

*¿Alguna vez has experimentado un instinto o impulso tan fuerte que te llevó a actuar sin preocuparte por la vergüenza?

*¿Qué significa para tu vida que Dios no tiene vergüenza al rescatarte, interviniendo en tu vida cuando caes y restaurándote con su amor incondicional?

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