Amando a los amargos – Cristo para Todas las Naciones

Y así, las dos siguieron caminando juntas hasta llegar a Belén. Y en cuanto entraron a la ciudad, hubo gran agitación entre toda la gente por causa de ellas, pues decían: «¿Qué, no es ésta Noemí?» Pero ella les respondió: «Ya no me llamen Noemí. Llámenme Mara. Ciertamente, grande es la amargura que me ha hecho vivir el Todopoderoso. Yo salí de aquí con las manos llenas, pero él me ha hecho volver con las manos vacías. ¿Por qué llamarme Noemí, si el Señor se ha puesto en mi contra y mis aflicciones vienen del Todopoderoso?» Fue así como Noemí volvió de Moab, acompañada de Rut, su nuera moabita. Llegaron a Belén cuando comenzaba la cosecha de la cebada (Rut 1:19-22).

El pasaje de hoy describe la llegada de Noemí y Rut a Belén y la reacción de la comunidad al ver a Noemí regresar después de tantos años. El nombre “Noemí” significa “placentera”, mientras que el nombre “Mara” significa “amarga”. Si somos honestos, Noemí tenía razones para sentirse amarga. Y estaba tan amargada, que estaba ciega hacia Rut.

¿No te ha pasado alguna vez que sientes tanto dolor, que no ves a esas personas que Dios coloca en tu camino?  Pero si permitimos que Dios abra nuestros ojos, veremos al ejército de “Rut” que Dios nos provee a través de amigos, familiares, e incluso a veces a través de extraños.

Noemí confiesa abiertamente su amargura al regresar a Belén. Esto nos enseña que está bien expresar nuestros sentimientos. Dios nos creó con emociones y nos entiende. Así que, no tenemos que ocultar nuestro dolor; podemos llevarlo ante Él en oración y confianza y también apoyarnos en otros. Y también podemos ser un apoyo para los amargos a nuestro alrededor. A veces, el solo hecho de nuestra presencia y empatía pueden marcar la diferencia. Como creyentes, podemos ser instrumentos del consuelo y la paz de Cristo en la vida de quienes nos rodean. En nuestro bautismo Dios nos capacita para amar a los amargos que tenemos cerca.

Así que, en medio de las altas y bajas de la vida, recordemos la presencia constante de Dios a través de las personas que Él pone en nuestro camino. Exploremos nuestras emociones y compartámoslas con Él. Y, sobre todo, seamos la presencia reconfortante que nuestros seres queridos necesitan en tiempos difíciles.

Oremos: Querido Jesús, confesamos que muchas veces hemos sido amargos en vez de placenteros, y te pedimos que nos perdones por no haber estado presentes con los amargos a nuestro alrededor. Ayúdanos a amar y a ser amados, así como tú nos amas a nosotros. Amén.

Para reflexionar:

*¿Has experimentado la liberación que viene al llevar tus cargas a Dios en oración?

*¿De qué maneras puedes estar presente, como Rut, en la vida de quienes pueden estar necesitando apoyo y ayuda?

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