Dios, mi familia, y después todo lo demás – Cristo para Todas las Naciones

y le dijeron: «Las dos nos queremos ir contigo a tu pueblo.» Pero Noemí respondió: «Regresen a su pueblo, hijas mías. No tiene caso que vengan conmigo, pues ya no tengo más hijos que puedan ser sus maridos.… Pero Rut le respondió: «¡No me pidas que te deje y me aparte de ti! A dondequiera que tú vayas, iré yo; dondequiera que tú vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo, y allí quiero que me sepulten. Que el Señor me castigue, y más aún, si acaso llego a dejarte sola. ¡Sólo la muerte nos podrá separar!» (Rut 1:10-11, 16-17).

Es fascinante ver cómo Dios puede tomar nuestra pequeña chispa de fe y convertirla en un fuego que ilumina la vida de aquellos a nuestro alrededor y los trae a la fe. La fe de Noemí dejó una marca imborrable en la vida de sus nueras. En los momentos más difíciles estas mujeres se apoyaron mutuamente, abrazadas por la presencia reconfortante de Dios.

Cuando pienso en lo que Cristo hizo en la cruz por mí, siento una gratitud abrumadora. ¿Cómo respondo a ese amor? Creo que una forma es asegurándome de que mis prioridades estén en el orden correcto. Dios primero, sin duda. Después mi familia, y luego todo lo demás. No es que lo demás no sea importante, pero tiene su lugar adecuado en la lista de prioridades.

Mi vida, marcada por la cruz de Cristo y alimentada en los sacramentos por una fe que se comparte y se apoya mutuamente, puede convertirse en testimonio vivo de la obra redentora de Dios. Y mi fe debe marcar primeramente a los que están más cerca de mí. Todos queremos ser parte de la obra de Dios para salvar al mundo y ayudar a otros, y eso está bien. Pero antes de hacer eso, Dios nos llama a hacerlo ¡en casa!

Cuando Rut elige acompañar a Noemí a Belén, renuncia no solo a la seguridad física de Moab, sino también a las prácticas espirituales y creencias de su tierra natal y abraza la fe y la relación con el Dios de Israel que Noemí sigue. La fe de Noemí había inspirado tanto la fe de Rut, que todo lo demás quedó en segundo plano. Prioridades en orden: Dios, familia, después todo lo demás.

Oremos: Dios, perdónanos porque no siempre tenemos nuestras prioridades en orden y no siempre nuestra fe inspira a otros a la fe. Fortalécenos para que, por tu Palabra y Sacramentos, sigamos tu ejemplo y nunca abandonemos a nuestros seres queridos que nos necesitan. Amén.

Para reflexionar:

*¿En qué áreas de tu vida puedes intencionalmente mejorar para que tu fe influya positivamente en quienes te rodean, comenzando por tu familia y entorno más cercano?

*¿Cuál es el significado práctico para ti de tener a Dios en primer lugar, seguido de la familia, y luego todo lo demás en tu lista de prioridades, y cómo puedes vivir de acuerdo con esta estructura en tu día a día?

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