Jesús da frutos en mí – Cristo para Todas las Naciones

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ustedes ya están limpios, por la palabra que les he hablado. Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Así como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer. El que no permanece en mí, será desechado como pámpano, y se secará; a éstos se les recoge y se les arroja al fuego, y allí arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá. En esto es glorificado mi Padre: en que lleven mucho fruto, y sean así mis discípulos (Juan 15:1-8).

Este domingo es el quinto domingo de Pascua, cuando recordamos que Jesucristo es la vid verdadera que da mucho fruto en nosotros. Este pasaje me hace sentir un gran reposo en el corazón porque me recuerda que mis frutos no dependen de lo que yo haga, sino que los da Cristo en mí. Esos frutos no son resultado de nuestras buenas obras, sino de nuestra confianza en su perdón y poder. Y es que, a pesar de nuestras fallas, Jesús está con nosotros marcando una diferencia real en nuestras vidas, tanto en la tierra como en la eternidad.

El fruto que Dios espera implica mostrar amor y dar testimonio para hacer nuevos discípulos. Aunque los creyentes ya hemos experimentado el perdón de Dios y hemos sido purificados, cada día enfrentamos la necesidad de arrepentirnos y crecer espiritualmente. Pero no podemos llevar frutos sin Cristo, por lo que nuestro corazón debe renacer a través de la fe. Sin fe, el ser humano no busca a Dios ni acepta cargar su propia cruz.

Por la gracia de Dios que nos da fe en lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, tú y yo formamos parte de la vid verdadera y su amor nos llama a dar frutos amándonos unos a otros y compartiendo las buenas noticias que vienen de la cruz. En Jesús encontramos vida, perdón y abundancia. Así él nos alimenta y nos impulsa a compartir esa abundancia con quienes nos rodean, haciendo que nuestras vidas sean testimonios vivos del amor que viene de la cruz.

Oremos: Señor, separados de ti no podemos hacer nada. Queremos que Cristo dé frutos en nosotros y así hacer tu voluntad. Ayúdanos a reflejar el amor que hemos recibido de ti, transformando no solo nuestras vidas, sino también el mundo que nos rodea. Amén.

Para reflexionar:

*¿Cómo te hace sentir saber que los frutos en tu vida son el resultado de la obra de Cristo en ti y no de tus propias acciones?

*Considerando la necesidad de permanecer en la vid para dar fruto, ¿cuál es tu enfoque diario para mantenerte conectado con Jesús y su Palabra?

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