El ángel le dijo: “María, no temas. Dios te ha concedido su gracia. Vas a quedar encinta, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS. Éste será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Pero María le dijo al ángel: “¿Y esto cómo va a suceder? ¡Nunca he estado con un hombre!” (Lucas 1:30-34)
María es muy práctica: en lugar de perder su tiempo o el del ángel discutiendo, pidiendo consuelo o mostrando incredulidad, simplemente pregunta por el “cómo” de la promesa de Dios. Porque hay un problema práctico: la celebración final de la boda aún no está marcada. María está comprometida, pero todavía no vive con su esposo.
Entonces María quiere saber: ¿cómo va a ser? ¿Quiere Dios que ella adelante la boda, o tiene otros planes, planes que ella ni siquiera puede imaginar?
A veces es obvio lo que Dios quiere que suceda en nuestras vidas. Y a veces no tenemos idea de lo que viene después, y le preguntamos a Dios: “¿Cómo será esto? ¿Qué es lo que quieres que suceda?”
Puede ser aterrador hacer esa pregunta, porque tememos la respuesta. Pero se hace menos aterrador si recordamos que estamos hablando con aquel que nos amó tanto, que vino a nuestro mundo y a nuestras vidas para ser nuestro Salvador para siempre: Jesús, quien vivió, murió y resucitó por nosotros.
Querido Señor, muéstrame la senda por la que quieres que camine. Amén.
Para reflexionar
¿Cuándo, en tu vida, no supiste qué vendría después?
¿Cómo manejaste la incertidumbre?
¿Cómo te ayudó Dios durante ese tiempo?