¿Por qué hablar de los 10 Mandamientos? – Cristo para Todas las Naciones

Dios habló y dijo todas estas palabras: «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de la tierra de Egipto, donde vivías como esclavo. No tendrás dioses ajenos delante de mí… No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, porque yo, el Señor, no consideraré inocente al que tome en vano mi nombre. Te acordarás del día de reposo, y lo santificarás… Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tu vida se alargue en la tierra que yo, el Señor tu Dios, te doy. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No presentarás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni a su mujer, ni a su siervo ni a su esclava, ni su buey ni su asno, ni nada que le pertenezca a tu prójimo» (Éxodo 20:1-3, 7-8, 12-17).

Quizá te preguntes, ¿por qué hablar de los 10 Mandamientos si ya Jesús murió en la cruz por nosotros y ahora no dependemos de cumplir la ley para ser salvos? Bueno, es cierto que no dependemos de la ley para ser salvos, pero a través de los Diez Mandamientos, Dios nos revela su benevolente y amorosa voluntad y nos llama a confiar en Él por encima de todo.

Podemos decir que Dios usa su ley de tres maneras. En primer lugar, como un freno que cuida la integridad de su creación, previniendo acciones perjudiciales y contribuyendo a mantener el orden. En segundo lugar, como un espejo que nos muestra nuestra mala conducta y que somos incapaces de cumplir las instrucciones divinas a la perfección, recordándonos así nuestra dependencia del Evangelio de Cristo, quien es la plena observancia de la Ley. Y, en tercer lugar, Dios usa su ley como guía, para orientar y dirigir nuestras acciones y pensamientos.

Dios eligió a Israel para bendecirlo como su pueblo, y esa bendición se extiende también a nosotros hoy. Al darnos su Ley, Dios estableció sus principios eternos que trascienden el tiempo y la cultura. Y si bien la gracia de Dios en Jesús nos libera de la condenación de la ley para obtener salvación, los Diez Mandamientos siguen siendo relevantes hoy.

Damos gracias porque Jesús cumplió la Ley perfectamente por nosotros, y por el poder de su Espíritu nos esforzamos para vivir en fidelidad y gratitud hacia él por habernos rescatado de la muerte y traernos a la vida.

Oremos: Padre nuestro, te agradecemos por rescatar y guiar nuestras vidas. Con humildad, reconocemos nuestra dependencia de tu misericordia y pedimos que nos fortalezcas para vivir de acuerdo con tu voluntad. Ayúdanos para que reflejemos tu amor y fidelidad en todo lo que hacemos. En el nombre de Jesús. Amén.

Para reflexionar:

*¿En qué áreas específicas de tu vida puedes reconocer la necesidad de la gracia divina?

*Considerando la dualidad de bendiciones y responsabilidades de ser parte del pueblo escogido por Dios, ¿cómo integras esta verdad en tus decisiones y acciones cotidianas?

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