Reflexión Navideña

Cuando se acercan las navidades parece que en cierta forma nos hacemos más conscientes del paso del tiempo. Con todos sus momentos buenos y malos un año se ha ido, un año que no volverá. Para muchas personas estas festividades son entrañables, pero para otros son motivo de tristeza e incluso de depresión.

Para los que no disponen de lo indispensable para subsistir este tiempo no se diferencia en nada de cualquier otro, a no ser en que pasan más frío.

Pero hablar de los pobres en Navidad se ha convertido en un tópico. Parecen un elemento del decorado piadoso del momento, son como una bola más que cuelga de los miles de árboles que adornan nuestras casas y ciudades; bolas de colores que en su conjunto nos dicen algo, pero que individualmente pasan desapercibidas. Cada cinco segundos muere un niño de hambre. Para cuando usted termine de leer este artículo unos sesenta o setenta niños no volverán a ver otra Navidad. Sus vidas anónimas habrán pasado más desapercibidas que las luces, las bolas o las guirnaldas que engalanan cualquier árbol de cualquier centro comercial.

No es mi intención amargarles estas fiestas. Pero si quisiera que cuando vean un árbol adornado estas próximas fiestas, piensen en esos niños que ya se habrán marchado por falta de un poco de pan. Ellos son como esas pequeñas lucecitas que se encienden y se apagan y que todo el mundo desecha de un año para otro.

Nuestro homenaje sin embargo debería ser algo más que una simple mirada-recordatorio. Porque toda nuestra predicación, todos nuestros sermones, todos nuestros ritos, ceremonias y villancicos no son más que una pantomima trágica y amarga si no sirven también para hacernos tomar conciencia de la injusticia y para empujarnos a que colaboremos a que las cosas cambien en nuestra sociedad.

Tal vez me dirás: “Hay tanta hambre y tanta miseria que no se por donde empezar, ¿por qué hablar de cosas tristes precisamente en Navidad?”.

Bueno, el hecho de que preguntes ya es algo…Tal vez estás comenzando a pensar que no basta con conocer la realidad, sino que se debe hacer algo efectivo. Si me admites un consejo te diré que comiences por los que tengas más cerca. Todos los días te cruzas con alguien por la calle que por su aspecto te hace cambiar de acera; tal vez mañana no lo hagas. A lo mejor caes en la cuenta de que tu empleada, a la que dicho sea de paso, estás dando un salario miserable, está pasando por una mala situación en su hogar construido con cuatro láminas en cualquier barranco de tu ciudad. ¿Conoces su situación familiar, los problemas de toda índole por los que atraviesa tu empleada, tu vecino, tu amigo? ¿Te interesan sus dificultades? Pues te digo que si no te interesan, si vives o pasas a su lado indiferente a sus necesidades y luego sales el domingo y predicas un gran sermón y cantas muchos coritos en tu iglesia, de nada te sirven; tu religión es vana, es decir, falsa. Más te valdría ahorrarte el dinero de los adornos de tu árbol y hacer algo útil con el. ¿Qué piensas que es la Navidad?

Si, cuando llegan las navidades nos hacemos más conscientes del tiempo. Ojala nos diésemos cuenta de que éste es un tiempo para amar, es tal vez el mejor tiempo para aprender a amar para poder luego seguir amando aunque solo sea por inercia, por costumbre. ¿Por qué es tan difícil acostumbrarse a amar, porqué no tenemos inercia en el amor? ¿No es cierto que nos cuesta más amar, que ser indiferentes?

Nos pasamos la vida defendiéndonos de todo y de todos, siempre con temor, siempre sospechando, sufriendo por el pasado y tan temerosos del futuro que hasta la esperanza se nos pone agria.

Si la Navidad es algo, es el recuerdo de que Dios se nos ha dado por completo. Dios quiere nacer en cada uno de nosotros y quedarse allí. Si hemos entendido el cristianismo, si hemos tenido la experiencia del amor de Dios se supone que ya somos conscientes de quienes somos y cual es nuestra relación con Dios. El está en nuestro corazón, somos su casa; ¿Será que este hecho deberá notarse de alguna forma? Porque tener a Dios morando en nuestra profundidad debe ser algo muy, muy manifiesto, muy visible, se debe ver algo en nosotros muy grande. ¿Cómo podemos decir que Jesús vive en nosotros si cada día cruzamos de acera ante el dolor de los demás? Navidad es atreverse a cruzar al otro lado, al lado del que nos necesita y si no cruzamos, tal vez sigamos creyendo que hace dos mil años nació el Hijo de Dios en Belén de Judá, pero eso de poco nos servirá, porque el que dice que es de Cristo debe andar como él anduvo. A ver si resulta que somos religiosos pero se nos ha olvidado morir con Cristo la muerte de cruz.

Hermano esta Navidad no te quedes con nada, deja que la vida de Jesús te empape por completo, es decir, muere como el grano de trigo. Que el fruto de tu vida y muerte con Jesús sea tan manifiesto tan luminoso que ya no sean necesarias más luces en ningún árbol. No dejes que se apaguen las vidas de seres inocentes si puedes evitarlo, no te des tregua, no descanses, no seas indiferente, grita contra la injusticia y la impiedad, se luz, levanta la voz, despierta, para que otros puedan también despertar, no te guardes nada.

¡Feliz Navidad a todos!