Una pequeña aventura – Cristo para Todas las Naciones

… se mantenían fieles a las enseñanzas de los apóstoles y en el mutuo compañerismo, en el partimiento del pan y en las oraciones. Al ver las muchas maravillas y señales que los apóstoles hacían, todos se llenaban de temor, y todos los que habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo; vendían sus propiedades y posesiones, y todo lo compartían entre todos, según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, mientras alababan a Dios y brindaban ayuda a todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a los que habían de ser salvos. Hechos 2:42-47

En la familia vietnamita de mi esposo hay muchos pastores. En Vietnam, y también en Estados Unidos, el hogar del pastor es una especie de centro de ayuda comunitaria. Es donde van las personas que no tienen dónde vivir. Es donde los hambrientos pueden encontrar comida y los tristes o confundidos asesoramientos. Si alguien está siendo abusado por un miembro de su familia, ahí es donde corre a refugiarse. Y si ellos no pueden ayudarle, seguramente encontrarán a alguien que sí pueda.

Con mis veinte años, me aterrorizaba y maravillaba al mismo tiempo al ver a cuántas personas cuidaban en la casa de mi cuñado en el sur de California. Sentía que yo nunca podría hacer algo así. Solo quería salir corriendo. Y creo que muchas personas sienten lo mismo con respecto a los primeros cristianos en el pasaje que acabamos de leer: vendían sus propiedades, compartían su dinero, comían juntos, hacían cambios importantes en la vida. ¿Cómo podían? ¡Qué miedo!

Y con el miedo viene la culpa. ¿No debería estar haciendo eso?, me dice una vocecita. Pero la culpa pierde.

Lo que motiva a las personas a hacer estas cosas no es la culpa, sino el amor… bueno, y la alegría y tal vez algo de placer en la aventura. El deber en sí mismo no nos lleva muy lejos. Fue el amor lo que motivó a Jesús a entregarse por nosotros en la cruz y hacernos suyos para siempre. Dios el Padre no tuvo que empujarlo. Entonces, si estás buscando expandir tus propios horizontes de servicio, tal vez el lugar para comenzar sea con amor, no con deber. Comienza con el amor, la compasión, la preocupación y el cuidado que Dios ya ha puesto en tu corazón.

Luego, pídele al Señor que te envíe algo para hacer que esté dentro de tus posibilidades: un buen primer paso, una pequeña aventura, especialmente si eres principiante. Eso podría significar llevar la cena a un vecino enfermo o levantar el teléfono para llamar a un amigo solitario. Puede significar acompañar a alguien al médico y ayudarle mientras batalla contra un cáncer avanzado. Comienza con lo que tienes. ¡Seguramente disfrutarás de tu pequeña aventura!

ORACIÓN: Querido Padre, muéstrame una forma de transmitir tu amor que se adapte a mis posibilidades en este momento. Amén.

Preguntas de reflexión:
¿Cuál es el mayor y el menor acto de amor que puedes imaginar?
¿Qué podrías hacer hoy para expresar tu amor por Dios y por su pueblo?

Dra. Kari Vo

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