Entonces se le acercó Pedro y le dijo: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» 22 Jesús le dijo: «No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» 23 Por eso, el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Cuando comenzó a hacer cuentas, le llevaron a uno que le debía plata por millones. 25 Como éste no podía pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer y sus hijos, y con todo lo que tenía, para que la deuda quedara pagada. 26 Pero aquel siervo se postró ante él, y le suplicó: «Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» 27 El rey de aquel siervo se compadeció de él, lo dejó libre y le perdonó la deuda. 28 Cuando aquel siervo salió, se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien días de salario, y agarrándolo por el cuello le dijo: «Págame lo que me debes.» 29 Su consiervo se puso de rodillas y le rogó: «Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» 30 Pero aquél no quiso, sino que lo mandó a la cárcel hasta que pagara la deuda. 31 Cuando sus consiervos vieron lo que pasaba, se pusieron muy tristes y fueron a contarle al rey todo lo que había pasado. 32 Entonces el rey le ordenó presentarse ante él, y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella gran deuda, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú tener misericordia de tu consiervo, como yo la tuve de ti?» 34 Y muy enojado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de todo corazón a sus hermanos. Mateo 18:21-35
A lo largo de los años he escuchado muchas veces esta parábola. Lo que generalmente se enfatiza es la enorme diferencia entre el tamaño de las dos deudas, y la lección suele ser: “Mira cuánto te perdona Dios. Los pecados que otras personas cometen contra ti son pequeños en comparación. Así que perdónalos”. Esto es absolutamente correcto. Pero no es tan útil, al menos para mí. ¿Por qué? Creo que porque lo que me hizo mi vecino fue tan real, tan hiriente y tan costoso, que no puedo decir: «No es nada, simplemente lo dejaré pasar. No me importa». Porque sí importa.
Jesús reconoce esto. En su parábola, menciona la cantidad que debe el segundo siervo: cien denarios. Eso no son cincuenta centavos o un par de dólares. Es el equivalente al salario de cuatro meses de uno de esos sirvientes. En términos modernos, estamos hablando del costo de un automóvil usado. Y si alguien nos trata mal en ese nivel importa, incluso si nuestros pecados contra Dios son astronómicamente más altos.
Entonces, ¿por qué sacar esto a colación? Porque Jesús no nos llama a fingir que nuestras heridas y daños no importan. Él nos llama a afrontar el dolor que nos ha costado el pecado de la otra persona, a decir la verdad, a admitir que sí importa sin minimizarlo y luego, con la ayuda de Dios, perdonarlo de todos modos. Ese es el perdón real, un perdón costoso y difícil.
¿Quién puede hacer esto? Solo alguien que tiene a Jesús viviendo dentro de sí, alguien a través de quien Jesús mismo está actuando. Jesús es el maestro del perdón difícil. Y si le traemos nuestras heridas y dolores, él puede obrar milagros de perdón en nuestra vida y relaciones. Puede llevar tiempo y mucho dolor. Pero él puede curarnos y mostrar misericordia a los demás.
ORACIÓN: Señor, ayúdame cuando parece que no puedo perdonar a los demás. Amén.
Preguntas de reflexión:
¿Cuál es la diferencia entre perdonar e ignorar o excusar?
¿Hay alguien a quien estés luchando por perdonar? Pídele ayuda al Señor.
Dra. Kari Vo