Un sacerdote sin igual – Cristo para Todas las Naciones

…Aunque era Hijo, [Cristo] aprendió a obedecer mediante el sufrimiento; y una vez que alcanzó la perfección, llegó a ser el autor de la salvación eterna para todos los que le obedecen, y Dios lo declaró sumo sacerdote, según el orden de Melquisedec… (Hebreos 4:14-5:10).

Hay personas cuyos dones exceden los de aquellos que les precedieron. Son figuras de la historia que representan la plenitud de algo o alguien que existía anteriormente de manera anticipada pero solamente preliminar. Para los venezolanos muchos fueron los libertadores, pero nadie como Simón Bolívar, el mayor de todos. Para los estadounidenses muchos lucharon por la libertad de la gente de raza negra, pero nadie como Martin Luther King Jr.

Antes de la venida de Jesús al mundo, Dios eligió a sacerdotes como Aarón, hermano de Moisés, que le presentaban ofrendas para que les perdonara sus pecados y los pecados del pueblo. Pero, como todo ser humano, los sacerdotes eran pecadores y morían. Por lo tanto, su sacerdocio no duraba para siempre. Tenía un comienzo y un fin.

Jesús es superior a los sacerdotes que le precedieron. Fue tentado como nosotros, pero no pecó. Sufrió nuestra muerte, pero resucitó para darnos vida eterna. Jesús se identifica con nosotros en nuestra condición pecaminosa y mortal, pero lo hace para salvarnos del pecado y la muerte. Es un sacerdote sin igual.

Su sacerdocio no tiene fin como el de Aarón. Es como el de Melquisedec, un sacerdote antiguo que no parece tener linaje alguno, y por ende representa la eternidad. No tiene comienzo ni fin. Así pues, el sacerdocio de Jesús tiene un efecto duradero. Por eso, al entrar a los cielos después de su muerte y resurrección, Jesús fue declarado nuestro sumo sacerdote para interceder por nosotros de manera permanente ante Dios y así darnos acceso a la vida eterna con su Padre. El sacerdocio de Jesús nos da la gozosa certeza de la vida perdurable.

Padre amado, por la muerte y resurrección de tu Hijo, nuestro sumo sacerdote, perdona nuestros pecados y danos la vida eterna. Amén.

Para reflexionar

  • ¿A quién consideras “sin igual”? ¿Por qué?
  • ¿Qué peticiones necesitas llevar al Padre en el nombre de Jesús?

Prof. Leopoldo Sánchez

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