En esa misma región había pastores que pasaban la noche en el campo cuidando a sus rebaños. Allí un ángel del Señor se les apareció, y el resplandor de la gloria del Señor los envolvió. Ellos se llenaron de temor, pero el ángel les dijo: “No teman, que les traigo una buena noticia, que será para todo el pueblo motivo de mucha alegría. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” (Lucas 2:8-12)
Me pregunto por qué Dios eligió a los pastores para ser los primeros que visitaran a Jesús. ¿Será porque estaban despiertos por la noche? Parece demasiado simple. ¿Será porque eran personas humildes? Eso encajaría bien con el resto de la historia, porque nada en este nacimiento fue glorioso excepto, supongo, ¡que los ángeles cantan!
Pero vuelvo al hecho de que estos eran pastores: cuidadores, protectores, proveedores. Y esa es una manera en que Dios habla de sí mismo en el Antiguo Testamento: se llama a sí mismo “el pastor de Israel” y llama de “rebaño” a su pueblo (ver Salmo 80:1).
Entonces, ¿qué iban a ver los pastores esa noche? Un nuevo pastor, como ellos. Su propio nuevo pastor, nacido para protegerlos, proveerles y rescatarlos a ellos y a nosotros. El Buen Pastor, quien daría su vida por el rebaño de Dios en la cruz, para rescatarnos del poder del pecado y la muerte.
Nuestro Señor Jesús, el gran pastor de las ovejas, a quien el Dios de paz resucitó de entre los muertos para compartir la vida eterna con todos los que confían en él (ver Hebreos 13:20).
Señor, gracias por ser mi Pastor. Amén.
Para reflexionar
¿Has cuidado a alguien o algo?
¿Qué cualidades debe tener un buen cuidador?
¿Cómo te cuida Jesús?