Porque todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. Lucas 14:11
Mis hijos estaban pequeños y tomaban mucha leche. Les encantaba. Una persona cercana a mí lo sabía y llegó un día a mi casa con dos galones de leche para mis hijos. Yo me sentí agradecida, pero, si les soy honesta, me sentí un poco mal porque yo sabía que esta persona no me estaba dando algo que le sobraba. Yo sabía que sus hijos también necesitaban leche y yo sabía que su situación económica no era muy estable. Entonces le recibí uno de los galones de leche y le dije que el otro lo usara para sus hijos.
Cuando ella llegó a su casa, el galón de leche que yo no le recibí se le resbaló de las manos, se cayó al piso y se derramó todo. Ahora ni ella ni yo lo íbamos a disfrutar porque yo no se lo había recibido.
En ese momento entendí que, si no soy capaz de recibir un simple galón de leche sin sentirme incómoda por no haberlo “ganado”, ¿cómo puedo entonces tener la humildad de recibir la vida eterna que jamás podré ganar yo misma?
Resulta que hay que humillarse para aprender a recibir. Enaltecerse no solamente significa sentirnos superiores a los demás de forma grosera. También significa no saber recibir. Pero el que confiesa su pecado humildemente puede confiar en Cristo para ser perdonado. Solamente alguien humilde ora para recibir el perdón de Dios y Él justifica el peor de los pecados por su Gracia en Cristo. Todos. Hasta el no recibir un galón de leche. Hasta el querer mover un dedo para tratar de ganar mi salvación.
ORACIÓN: Padre, ten misericordia de mí, un pecador. Gracias porque Jesús se humilló a sí mismo hasta la muerte en la cruz para ganar mi vida eterna y fue exaltado en su resurrección. ¡Consumado es! Tu Espíritu me da descanso humilde y total en ti. Amén.
Para reflexionar:
¿En qué momentos te ha costado recibir la ayuda de alguien?
¿Qué haces cuando el diablo te tienta a querer hacer algo, por mínimo que sea, para sentir que estás contribuyendo en tu salvación?
Diaconisa Noemí Guerra