Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: «Tal vez José nos odia, y ahora se vengará de todo el mal que le hicimos.» Entonces mandaron a decirle: «José, antes de que tu padre muriera, nos pidió que te dijéramos de su parte: “Te ruego que perdones la maldad y el pecado de tus hermanos, pues te trataron muy mal.” Por lo tanto, te rogamos que perdones ahora la maldad de estos siervos del Dios de tu padre.» Y mientras ellos hablaban, José comenzó a llorar. Además, sus hermanos fueron y se arrodillaron delante de él, y le dijeron: «Aquí nos tienes. Somos tus siervos.» Pero José les respondió: «No tengan miedo. ¿Acaso estoy en lugar de Dios? Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió todo para bien, para hacer lo que hoy vemos, que es darle vida a mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos.» Y los consoló, pues les habló con mucho cariño (Génesis 50:15-21).
Se dice que los viejos pecados proyectan largas sombras. Durante mucho tiempo los hermanos de José habían estado celosos de él. Cuando vieron la oportunidad, lo vendieron como esclavo a otro país y le dijeron a su padre que había muerto. Durante muchos años, Dios usó esta mala situación para hacer de José un líder en Egipto. José luego usó su poder para rescatar a su familia del hambre y proveer para todas sus necesidades.
Pero, aunque en la superficie todo estaba bien, los hermanos de José todavía cargaban con mucho miedo y culpa. Cuando su padre Jacob murió, todo salió a la superficie. ¿Los había perdonado de verdad, o solo estaba fingiendo para mantener feliz a su padre? ¿Sufrirían finalmente las consecuencias de lo que habían hecho hacía tanto tiempo?
Este tipo de cosas también nos sucede a nosotros. Una muerte en la familia hace que todos reevalúen sus relaciones. Los viejos pecados y culpas pueden volver a la superficie y destruir la paz de todos los involucrados.
¿Qué podemos hacer? Lo mismo que hacemos cuando el pecado y la culpa están frescos: correr a Jesús en busca de ayuda, sabiduría, valor y misericordia. Luego, si es posible, hablar con las personas involucradas. En muchos casos es aconsejable involucrar a un pastor o consejero, especialmente si el pecado es grave o si se teme que las personas involucradas puedan reaccionar de manera dolorosa o dañina. El Señor no espera que nos pongamos en peligro.
¿Y si es imposible hablar con todos porque algunos están muertos, ausentes o sufren de demencia? Lo hablamos con Jesús, quien tiene poder para sanar también esas situaciones. Aquel que dio su vida por nosotros, es capaz de sacarnos de las sombras de los pecados viejos y dolorosos y llevarnos a su luz y vida eterna.
Oremos: Querido Salvador, tú conoces las cosas de mi pasado que me preocupan. Ayúdame y sáname. Amén.
Para reflexionar:
*¿Qué viejo pecado está echando sombras largas en tu vida?
*¿Dónde puedes encontrar ayuda para confesarlo y recibir perdón?
Escrito por la Dra. Kari Vo