Yo sé bien lo que hacen y lo que piensan. Pero ha llegado el tiempo de juntar a todas las naciones y lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo pondré una señal entre ellos, y a los que sobrevivan los enviaré a las naciones. Los mandaré a Tarsis, Fut y Lud (naciones expertas en el manejo del arco); a Tubal y Javán, y a las costas lejanas que nunca supieron de mí ni vieron mi gloria. Ellos darán a conocer mi gloria entre las naciones. Isaías 66:18-19
Este es un pasaje bíblico diferente. Suena como una profecía bastante directa del comienzo de la iglesia cristiana ese primer Pentecostés. Dios dice: «Pero ha llegado el tiempo de juntar a todas las naciones y lenguas», que es un eco verbal de muchos pasajes de Pentecostés. Y continúa: «y ellas vendrán y verán mi gloria. Yo pondré una señal entre ellos, y a los que sobrevivan los enviaré a las naciones»
Hay una palabra que me desconcierta: es la palabra «sobrevivan». Dios dice: «Yo pondré una señal entre ellos, y a los que sobrevivan los enviaré a las naciones». Pero, ¿acaso el ver la gloria de Dios no es algo maravilloso y alegre? ¿No es una bendición que da vida, algo que luego compartimos con todos los que nos rodean? ¿Por qué, entonces, se refiere a las personas que ven la gloria de Dios y la comparten como «sobrevivientes»? ¿Es esto algún tipo de guerra, algún tipo de desastre?
Pareciera que sí. Es que el ver la gloria de Dios provoca una reacción. O vemos el sacrificio de amor y entrega de Jesús y respondemos con amor y alegría propia, o no lo hacemos. Nadie bosteza al ver la cruz del Calvario. Nadie se encuentra cara a cara con el Creador de todo colgando en la cruz, y dice: «Ah, sí, creo que es interesante». Jesús provoca una reacción, ya sea de gozo y amor o de rechazo y terror.
Si estás leyendo esto, probablemente estés entre los que «sobrevivan» tal encuentro. En algún momento, ya sea a través del bautismo o del testimonio cristiano, fuiste llevado a la cruz y el Espíritu Santo plantó la fe en tu corazón. Perteneces a Jesús, y «declaras su gloria» con tus palabras y acciones.
Pero, ¿qué de quienes no sobrevivieron? Todos los que confiamos en Jesús somos enviados a compartir con los demás el mensaje del perdón y la vida eterna de Dios. Esto incluye a quienes lo han rechazado previamente. Dios es paciente: su amor puede perseguir a una persona de por vida para llevarla a la fe en Jesús. Dios con gusto te usará para amar a esas personas, para cuidarlas y para compartir las Buenas Nuevas con ellas, una y otra y otra vez. Porque su objetivo es que todos sobrevivamos, ¡no, mejor que eso! Su objetivo es que todos seamos sus hijos, compartiendo la vida gozosa y eterna que Jesús obtuvo para nosotros con su sacrifico y resurrección.
ORACIÓN: Querido Señor, úsame en la forma que tú sabes es la mejor para hacer que otras personas confíen en ti. En Jesús. Amén.
Para reflexionar:
¿Cómo llegaste a la fe en Jesús?
¿De qué manera compartes el perdón y la vida eterna de Jesús con otras personas?
Dra. Kari Vo
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