[Moisés dijo] “Tú eres un pueblo santo para el Señor tu Dios. El Señor tu Dios te ha escogido para que le seas un pueblo especial, por encima de todos los pueblos que están sobre la tierra. El Señor los quiere, y los ha escogido, no porque ustedes sean más numerosos que todos los pueblos, pues ustedes eran el pueblo más insignificante de todos, sino porque el Señor los ama y porque quiso cumplir el juramento que les hizo a sus padres. Por eso el Señor los ha sacado con mano poderosa; por eso los ha rescatado de la esclavitud y del poder del faraón, el rey de Egipto. Sábelo bien: el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel que cumple con su pacto y su misericordia con aquellos que lo aman y cumplen sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:6-9).
Cuando mi madre se estaba muriendo, una de las últimas cosas que hizo fue darme su alhajero. En él estaban las cosas que atesoraba: joyas de su matrimonio, de sus padres, ¡e incluso una construcción de Legos que le había regalado mi hijo cuando era pequeño! Estos eran sus tesoros especiales, por lo que quería que quedaran en buenas manos.
Esa es una buena definición de la palabra «santo». El pueblo de Dios es especial para Él, no porque sean muchos ni porque sean valiosos a los ojos de los demás, sino porque son suyos y Él los atesora. Él vela por ellos día y noche. Nunca están lejos de sus pensamientos. Él se asegura de que permanezcan bajo su cuidado.
Sería una tontería que las joyas de fantasía, o incluso las piezas de Lego, comenzaran a pregonar lo valiosas que son. Todo su valor radica en el amor que mi madre tenía por ellas y especialmente por sus donantes. De la misma manera, sería una tontería que nosotros, que pertenecemos al Señor, imaginemos que Él nos eligió porque de alguna manera éramos muy valiosos, como los diamantes en bruto, porque nunca lo fuimos.
El valor que tenemos lo tenemos porque Jesús nos ama. Es un valor increíblemente alto, porque Dios mismo bajó del cielo y se hizo hombre para hacernos suyos. Él nos compró pagando el precio con su propia vida en la cruz y resucitó de entre los muertos para que podamos vivir con Él para siempre, compartiendo la vida eterna que Él ofrece a todo el que confíe en Él. Somos sus joyas, porque Él nos ha hecho así. Y lo amamos.
Oremos: Querido Salvador, yo soy tuyo y tú eres mío. Gracias. Amén.
Para reflexionar:
*¿Te da esto alguna idea de por qué Dios se refiere a sí mismo como un “Dios celoso” cuando se trata de nuestra adoración?
*¿Cómo debemos mirar a nuestros hermanos en la fe, especialmente a los más pequeños?
Escrito por la Dra. Kari Vo