Con él crucificaron también a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda… Los que pasaban lo insultaban, y mientras meneaban la cabeza decían: “Oye, tú, que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas, ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!” Así también se burlaban de él los principales sacerdotes, y se sumaban a los escribas para decir: “¡Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse! ¡Que baje ahora de la cruz el Cristo, el Rey de Israel, para que podamos ver y creer!” Marcos 15:27, 29-32ª
Poco después del nacimiento de nuestro hijo, con mi esposo nos dimos cuenta de que algo había cambiado: ante una emergencia ya no intentaríamos salvarnos el uno al otro. ¡El bebé era más importante!
Lo interesante es que fue algo automático. Nuestro bebé era totalmente indefenso, por lo que se había convertido en nuestra prioridad. Así se sentía Jesús por nosotros. “¡Sálvate a ti mismo!”, le gritaba la gente. “¡Baja de la cruz! ¡Haz un milagro y detén todo este proceso!”
Suena como una tentación, y desde el punto de vista del diablo, seguramente lo fue. Pero el diablo no comprende el amor.
¿“Sálvate a ti mismo, Jesús”? No a costa de nuestras vidas, no. No si eso significaba que todos íbamos a estar perdidos, arruinados, destruidos, condenados al infierno para siempre. Jesús no prestó atención a eso. Éramos su prioridad. Dada la opción entre su vida y la nuestra, ¡eligió la nuestra!
Este es el tierno amor que Jesús tiene por ti y por mí: el amor de un padre, el amor de un Salvador que renunció a todo, incluso a su propia vida, para salvarnos.
Señor Jesús, ayúdanos a amarte como tú nos amas. Amén.
Para reflexionar
¿Quién es tu primera prioridad en caso de emergencia?
¿Alguna vez has hecho un sacrificio por una persona que amas?
¿Cómo te sientes al saber que eres una prioridad para Jesús?