Restaurado a la Vida – Cristo para Todas las Naciones

Te alabo, Señor, porque me has salvado; porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí. Mi Señor y Dios, te pedí ayuda, y tú me sanaste; tú, Señor, me devolviste la vida; ¡me libraste de caer en el sepulcro!  Salmo 30:1-3

Esta es una oración de los salmos que quizá Jesús oró en la primera mañana de Pascua (aunque las Escrituras no nos dicen que lo hizo). El salmista clamó a Dios por ayuda, y desde la cruz Jesús también clamó, llamando a su Padre Celestial con las palabras de otro salmo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Salmo 22:1a). Pero la ayuda no llegó, ya que Jesús fue abandonado al sufrimiento y a la muerte en la cruz por el bien de nuestra salvación. El cuerpo del Señor fue bajado de la cruz y sellado en una tumba. Luego, al tercer día después de su muerte, Jesús fue resucitado, sacado del Seol, el lugar de los muertos. El Salvador victorioso fue restaurado a la vida desde el abismo de la muerte. Su cuerpo ensangrentado y golpeado fue sanado, aunque todavía tenía las cicatrices de su sufrimiento y muerte. Las marcas de los clavos en sus manos y pies y la cicatriz de la lanza en su costado probaron su identidad como Hijo de Dios crucificado y resucitado. Entonces su oración desde la cruz fue respondida. Jesús fue sacado de la muerte, y sus enemigos ya no podían burlarse de Él. ¡El Abandonado había resucitado en gloriosa victoria!

Este salmo es también nuestra oración hoy. Clamamos por ayuda y el Señor nos sana con el perdón que Jesús ganó para nosotros en la cruz. “Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados” (1 Pedro 2:24). Incluso cuando nuestros gritos por ayuda parecen ser respondidos con silencio, Dios está obrando para ayudarnos y salvarnos. Satanás, el enemigo malvado, no puede burlarse de nosotros. Somos perdonados en Cristo, y el enemigo ya no puede vencernos con sus acusaciones y temor porque “¡Aquí están ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! ¡Ya ha sido expulsado el que día y noche acusaba a nuestros hermanos delante de nuestro Dios!” (Apocalipsis 12:10). Hemos sido sacados de las aguas bautismales, sepultados con Jesús y resucitados para caminar en vida nueva.

Un día nosotros también moriremos una muerte terrenal. Seremos sepultados como nuestro Señor fue sepultado, y como Él, resucitaremos, restaurados del abismo de la muerte, cuando Él regrese en el Último Día. Libres de todo pecado, dolor y tristeza, viviremos para siempre en la presencia de nuestro Señor, quien por nosotros soportó la muerte y la tumba, quien escucha nuestros gritos por ayuda, nos cura y nos restaura.

ORACIÓN: Señor victorioso, has escuchado mis oraciones y me sanaste con tu perdón. Amén.

Para reflexionar:

¿Cómo celebraste la Pascua este año: en la iglesia, en un culto en línea, reuniéndose con tu familia?

Piensa en las cosas en tu vida que te acusan o condenan. ¿Te das cuenta de que Dios ha vencido esas cosas?

Dra. Carol Geisler

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