Yo fui quien te tomó de los confines de la tierra; yo te llamé de tierras lejanas. Yo te escogí, y no te rechacé; yo te dije: «Tú eres mi siervo». No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha. Todos los que se enojan contra ti quedarán avergonzados y confundidos; los que contienden contigo perecerán, y serán como nada. Cuando busques a los que contienden contigo, no los hallarás; los que te hacen la guerra serán como nada, ¡inexistentes! Yo soy el Señor, tu Dios, que te sostiene por la mano derecha y te dice: «No tengas miedo, que yo te ayudo. Y tú, Jacob, eres como un gusano. Pero no tengas miedo. Ustedes los israelitas, son muy pocos; pero yo soy su socorro.» —Palabra del Señor, el Santo de Israel, tu Redentor (Isaías 41:9-14).
En los altos y bajos de la vida, es muy fácil que olvidemos quienes somos y nuestro rol en el mundo. Isaías nos recuerda que fue Dios quien nos llamó y nos escogió para ser sus siervos. Pero ¡qué difícil tarea es ser portadores del Evangelio! ¿Cómo se supone que hagamos eso cuando a veces no tenemos fuerzas?
Dios nos dice: “No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha. Todos los que se enojan contra ti quedarán avergonzados y confundidos… Yo soy el Señor, tu Dios, que te sostiene por la mano derecha y te dice: ‘No tengas miedo, que yo te ayudo’”.
No estamos solos. Somos hijos de Dios, sus siervos. En los altos y bajos de la vida podemos estar seguros de quienes somos y decir con Job: “Yo sé que mi Redentor vive…” (Job 19:25a).
Oremos: Padre, recuérdame siempre tu Evangelio para que pueda descansar sabiendo que soy tu hijo. Amén.
Para reflexionar:
- ¿De qué formas te ha demostrado Dios que es tu socorro?
- ¿A quién puedes animar o fortalecer hoy, compartiendo las Buenas Nuevas de Jesús?
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra