¿Quién necesita raíces? – Cristo para Todas las Naciones

Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos. Hechos 17:28a

No hace mucho vi una fotografía en la que un oso koala se aferraba con fuerza a una rama muy por encima del suelo. Tenía los ojos entrecerrados con fuerza como para bloquear un desastre que se acercaba. La leyenda decía: «La vida puede hacerte trepar a un árbol». Si una imagen vale más que mil palabras, esa fotografía puede ser la mejor respuesta al título de este mensaje.

Muchos estadounidenses lamentan el desarraigo de nuestra sociedad. La mayoría de nosotros admitiría que esto es cierto, especialmente para los solteros. No es demasiado difícil cambiar de apartamento, trabajo o ciudad. Si decidimos que queremos un cambio y podemos manejarlo, es probable que sigamos adelante sin preocuparnos demasiado por los efectos que nuestra decisión pueda tener en otra persona. Para mí, esta libertad es una de las principales ventajas de ser soltero. Pero la pregunta es ésta: ¿Cuánta libertad estamos dispuestos a sacrificar tener seguridad y para pertenecer?

Demasiados cambios y demasiada independencia también pueden crear una gran cantidad de estrés en nuestra vida. Para algunas personas, el cambio parece ser la única permanencia que conocen. Saltan de un trabajo a otro, de una ciudad a otra, de una relación a otra, siempre en busca de pastos más verdes, pero muy a menudo parecen estar huyendo de sí mismos. Por otro lado, evitar los cambios a toda costa puede crear un aburrimiento predecible y sofocante. Cuando la vida llega y trata de hacernos subir a un árbol, puede ser reconfortante saber que nuestro árbol tiene raíces y que las raíces no se quedan en su lugar simplemente por la fuerza del hábito.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar estabilidad en la vida sin sucumbir al estancamiento, sin resistir todo lo que pueda ser diferente, o fuera de nuestra forma cómoda de hacer las cosas? ¿Cómo crecemos y nos apoyamos en experiencias nuevas manteniendo los pies en la tierra, sin convertirnos en víctimas de las arenas movedizas de la vida?

El apóstol Pablo tiene una respuesta a estos viejos acertijos. “Por tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús el Señor, así anden en Él; firmemente arraigados y edificados en Él y confirmados en su fe, tal como fueron instruidos, rebosando de gratitud” (Colosenses 2:6-7).

Para Pablo, el Salvador crucificado y resucitado lo era todo: su aliento y ser, su compañero en cada esquina del camino. A lo largo de su nueva vida en Cristo, Pablo se apoyó en Jesús en busca de estabilidad, confiando en él con su vida. Pablo sabía que Jesús nunca fallaría ni lo desampararía, por más difíciles o inestables que se volvieran las cosas (ver Deuteronomio 31:6).

Este es el tipo de arraigo que todos buscamos. Solo en este tipo de estilo de vida podemos encontrar verdadera seguridad.

ORACIÓN: Padre celestial, hunde nuestras raíces de fe profundamente en la verdad de Jesús como nuestro Señor y Salvador. En su Nombre oramos. Amén.

Preguntas de reflexión:
¿Está tu vida arraigada en Dios y creces diariamente en tu fe?
¿Qué puedes hacer para crecer más en tu fe?

The Lutheran Layman, 1978, Jane Fryar

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