Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1:12-13)
En estos días de celebración a los padres, me quedo reflexionando en el maravilloso padre que Dios me dio, en el maravilloso esposo que Dios me dio y padre de mis hijos, y por supuesto en mi maravilloso suegro. Los tres son hombres honrados, valientes, siervos de Dios. Soy muy bendecida y afortunada. Pero no me canso de decir que la mayor bendición que tengo es ser llamada hija de Dios.
Quizá has escuchado decir que todos los seres humanos son hijos de Dios. Ese es un error. Todos somos creación de Dios, pero solamente los que reciben a Jesús, los que creen en su nombre, tienen la potestad de ser hechos hijos de Dios. Y no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios, para que nadie crea que de alguna forma se ha ganado ese puesto.
¡Qué hermoso es ser sus hijos! En la explicación del primer artículo del Credo Apostólico, recordamos que Dios nos mostró su bondad al crearnos dándonos cuerpo y alma, ojos, oídos y todos los miembros, razón y todos los sentidos. También al sustentarnos proveyendo todo lo que necesitamos para conservar nuestros cuerpos y nuestras vidas. Nuestro Padre celestial nos protege al apartarnos del mal o al librarnos de su daño. Y también al hacer que todo en nuestras vidas sirva para nuestro bien. Ningún padre terrenal puede hacer eso.
Y Dios, en su bondad y misericordia, además de crearnos, conservarnos y protegernos ha enviado a su Unigénito Hijo para salvarnos. ¡Qué hermoso es ser sus hijos!
Oremos: Padre, es hermoso ser tus hijos. Gracias porque tu Espíritu nos lleva a recibir tu Palabra, a creer en tu nombre, y nos da la potestad de ser hechos hijos tuyos por Jesús. Amén.
Para reflexionar:
¿De qué forma honras a Dios al honrar a tu padre terrenal?
¿Qué beneficios y regalos les da Dios a sus hijos?
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra