«Cuando llegue el día, reuniré a las ovejas que cojean con las que se apartaron del camino y con las que afligí; con las que cojean haré un remanente, y con las descarriadas haré una nación fuerte. Y desde ahora y para siempre yo reinaré sobre ellos en el monte de Sión.» Y tú, torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sión, hasta ti volverá el señorío de antaño, el reino de la hija de Jerusalén. Pero dime, ¿por qué gritas tanto? ¿Acaso ya no tienes rey? ¿Acaso esos dolores de parturienta te han venido porque tu consejero ha perecido? ¡Pues sufre y llora, hija de Sión, con dolores de parturienta, porque ahora vas a salir de la ciudad, y vivirás en el campo, y llegarás hasta Babilonia. Allí serás liberada; allí el Señor te salvará del poder de tus enemigos. Muchas naciones se han juntado ahora contra ti … ¡Levántate y tríllalos, hija de Sión! ¡Yo te daré cuernos de hierro y garras de bronce, para que desmenuces a muchos pueblos! (Miqueas 4:6-11a, 13a).
Sin la protección de un buen pastor que las guíe y discipline, las ovejas se descarrían y son presa fácil para las bestias. La experiencia de Israel en el exilio bajo nación enemiga fue como vivir en un campo en las afueras de la ciudad sin la protección del rey. Miqueas compara la situación de vulnerabilidad de Israel en Babilonia a la de una mujer parturienta quien, por no tener un rey protector, sufre y llora a la intemperie sin la protección de las murallas del reino.
Sin la intervención de Dios, su pueblo sufre bajo la opresión de sus enemigos. Pero el profeta proclama una promesa divina: “Allí serás liberada; allí el Señor te salvará del poder de tus enemigos” (v. 10). Esta promesa se cumple en toda su plenitud por medio de Jesús, en cuyo nombre somos librados del poder del diablo, el pecado y la muerte. Cristo es nuestro buen pastor y rey protector en toda tribulación.
Señor Jesús, danos tu protección y salvación. Amén.
Para reflexionar:
*¿En qué situaciones te sientes expuesto y vulnerable a peligros?
*¿De qué tentación o mal necesitas que Dios te proteja o libere?
Prof. Leopoldo Sánchez