Después de que murió Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a Israel, porque los que querían matar al niño han muerto ya.” Entonces José se levantó y llevó al niño y a su madre de regreso a Israel. Cuando supo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo temor de ir allá, pero en sueños fue advertido y se dirigió a la región de Galilea. Allí se estableció en una ciudad llamada Nazaret. (Mateo 2:19-23)
María y José deben haberse preguntado qué vendría después. Claro, sabían cómo supuestamente iba a terminar la historia: con Jesús en el trono de David, gobernando una creación redimida. Pero, ¿cómo llegar hasta ahí desde una vida como refugiados en Egipto? Eso no estaba tan claro.
Dios les mostró el camino, pero probablemente no tan rápido como ellos hubieran querido. Dios hace lo mismo con muchas de nuestras preguntas: “¿Me casaré?” “¿Vamos a tener un bebé?” “¿Terminará esta enfermedad en muerte?” Si bien él sabe las respuestas, casi nunca nos las da hasta que llega el momento correcto.
¿Qué preguntas contesta Dios en todo momento? Las preguntas grandes: “¿Le importo a Dios?” Sí, tanto que él vino a nacer en este mundo para ti. “¿Quién me puede ayudar en este momento?” El Señor será tu ayuda y fortaleza. “¿Soy amado?” Sí, las heridas en las manos y el costado de Jesús siempre lo dejarán en claro.
Señor, ayúdame a confiar en ti cuando no veo con claridad mi camino. Amén.
Para reflexionar
¿En algún momento ha girado tu vida inesperadamente en una nueva dirección?
¿Qué haces cuando no sabes qué hacer?
Mirando hacia atrás en tu vida, ¿dónde ves que Dios te ha guiado?