Se le acercaron entonces los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: … Se dio el caso de siete hermanos. El primero de ellos se casó, y murió… El segundo se casó con la viuda, y murió… En la resurrección, cuando todos resuciten, ¿esposa de cuál de ellos será esta mujer, puesto que los siete estuvieron casados con ella?” Jesús les respondió: “El error de ustedes es que no conocen las Escrituras ni el poder de Dios. Porque cuando los muertos resuciten, no se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos. Pero en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés? Allí dice que Dios le habló en la zarza y le dijo: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” Así que ustedes están muy equivocados, porque Dios no es un Dios de muertos, sino el Dios de los que viven.” Marcos 12:18, 20a, 21a, 23-27
¿Cuánto pesa el color amarillo? ¿Qué forma tiene el amor? ¿A dónde van las sombras por la noche?
La pregunta que hicieron los saduceos se parece mucho a estas. Es una pregunta sin sentido, una pregunta que no tiene una respuesta correcta, porque quienes preguntan están confundidos acerca de algo mucho más básico. ¡No sirve de nada hacer preguntas sobre el matrimonio en el cielo si en el cielo las personas no se casan! Y muchas de las preguntas acerca de Dios son así.
No está mal hacer preguntas tontas o estar confundido. Pero sí es un problema tener demasiado miedo u orgullo como para hacer preguntas reales, esas que Jesús está dispuesto a responder para que podamos confiar en él. ¿Le temes a la muerte o te preguntas qué pasará después? Pregúntale a Jesús. ¿No sabes si hay un Dios o si puedes confiar en él? Pregúntale. El mismo Jesús, que es paciente con quienes dudan, será paciente y amoroso contigo. Después de todo, eres su hijo amado, aquel por quien él murió y resucitó.
Señor, ayúdame con las preguntas que atormentan mi corazón. Amén.
Para reflexionar
¿Haces muchas preguntas o prefieres permanecer callado?
¿Recuerdas un momento en el que dijiste: “¡Oh, ahora sí entiendo!”?
¿Qué pregunta te gustaría hacerle a Dios?