
Me senté tensa e incómoda en la cocina de mi suegra, enfrentando un sermón más sobre la iglesia. Una mujer menuda, y sin embargo impositiva, Clarisa era impecable en ese sentido, especialmente desde que habííamos regresado a la ciudad. Un comentario inocente sobre mi hija con respecto al conejo de la Pascua me había puesto hoy en la mira. Traté de no darle atención a su diatriba sobre Dios y los valores familiares, pero de pronto ella se inclinó sobre la mesa de la cocina y tomó mi mano con firmeza…

Comunicate con nosotros para obtener tu folleto…