“Vas a quedar encinta, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS. Éste será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Pero María le dijo al ángel: “¿Y esto cómo va a suceder? ¡Nunca he estado con un hombre!” (Lucas 1:31-34)
Es curioso el contraste entre lo que dice el ángel y lo que María asimila. El ángel habla sobre lo grande que será Jesús, cómo reinará para siempre y que será llamado Hijo del Altísimo. María escuchó claramente todo eso, ya que pudo contárselo a Lucas muchos años después para que él pudiera escribirlo. Pero en ese momento, solo podía hacer una pregunta: “¿Cómo?”
María era virgen y las vírgenes no tienen bebés. Y entonces tropezó con la primera frase: “Vas a quedar en cinta, y darás a luz un hijo”. Ella no entendió. Y entonces preguntó.
María hizo lo correcto. No se preocupó por parecer tonta por hacer una pregunta básica. No ocultó sus preocupaciones y las pensó más tarde. Ella preguntó. Y Dios respondió.
Tantas cosas en nuestra vida están por encima de nuestras cabezas. Dios envía algo nuevo y no sabemos cómo manejarlo. ¿Por qué no imitar a María y preguntarle? Es lo que la Biblia nos dice que hagamos: “Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche” (Santiago 1:5). Dios es gentil y bondadoso con quienes se acercan a él como niños que piden ayuda. Después de todo, él es quien envió a su propio Hijo al mundo para convertirse en nuestro Salvador. El mismo Dios que trató a María con respeto, también nos tratará a nosotros con amorosa misericordia.
Querido Padre, cuando no entiendo, por favor ayúdame y guíame. Amén.
Para reflexionar
¿Te avergüenza hacer una pregunta básica? ¿Por qué sí o por qué no?
Cuenta de alguien que es paciente con las preguntas de quienes no comprenden.
¿Qué cosa específica te gustaría pedirle a Dios?