Al tercer día, Ester se puso su vestido real y entró en el patio interior de la casa del rey, justamente frente al aposento real. Allí, en el aposento real, estaba el rey sentado en su trono, y al ver a la reina Ester en el patio, la vio con mucho agrado y extendió hacia ella el cetro de oro que tenía en la mano. Ester se acercó entonces y tocó la punta del cetro, mientras el rey le decía: «¿Qué te pasa, reina Ester? ¿Qué es lo que deseas? ¡Aun la mitad del reino te será concedido!» Y Ester dijo: «Dígnese Su Majestad asistir hoy con Amán al banquete que para Su Majestad he preparado.» (Ester 5:1-4).
Después de que Amán amenazara con exterminar a su pueblo, y luego de ayunar y orar durante tres días, Ester decide presentarse ante el rey Asuero para interceder por él. Pero, en lugar de hacer su petición de inmediato, con mucha paciencia y sabiduría Ester invita al rey y a Amán a un banquete que ella misma prepararía, utilizándolo para plantear su solicitud. De esta manera, se convierte en un instrumento en las manos de Dios para preservar al pueblo judío y frustrar los planes maliciosos de Amán.
A veces, en nuestra impaciencia queremos acelerar los acontecimientos en nuestras vidas y no entendemos que, aunque parezca que Dios actúa muy lentamente, lo hace siempre a nuestro favor. Él tiene un plan perfecto y sabe cuándo es el momento adecuado para todo. Tanto, que envió a su Hijo para salvarnos y “no se tarda para cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que nos tiene paciencia y no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se vuelvan a él” (2 Pedro 3:9).
Oremos: Amado Padre, danos paciencia para esperar confiadamente en ti, descansando en tu tiempo perfecto. Que tu paciencia divina nos guíe y fortalezca mientras esperamos en tu obra maravillosa en nuestras vidas. Por Jesucristo. Amén.
Para reflexionar:
*¿En qué áreas de tu vida te sientes impaciente y deseas acelerar los acontecimientos?
*¿Qué pasos prácticos puedes tomar para cultivar una actitud de confianza y paciencia en Dios en todas las áreas de tu vida?
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra