Es a ti, hijo de hombre, a quien yo he puesto como atalaya para el pueblo de Israel. Tú oirás de mí mismo la advertencia, y les advertirás para que se prevengan. 8 Cuando yo le diga a algún impío que está en peligro de muerte, si tú no le adviertes que se aparte de su mal camino, el impío morirá por causa de su pecado, pero yo te haré responsable de su muerte. 9 Por el contrario, si tú le adviertes al impío que se aparte de su mal camino, y éste no te hace caso, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás puesto a salvo tu vida. Ezequiel 33:7-9
El año pasado ayudé a mi hijo quien, junto con un grupo de amigos, tenía que construir una escalera al aire libre en un santuario de aves, un proyecto que involucró muchas excavaciones. No pudimos terminar todo el primer día, así que cerramos el área con una cinta amarilla de peligro. Queríamos asegurarnos de que nadie intentara subir la escalera a medio terminar y se rompiera una pierna.
Algunos pensaron que era una exageración. Después de todo, todos saben que no se debe caminar sobre un trabajo a medio terminar, y los pozos eran bien obvios. ¿Por qué gastar dinero en cintas cuando cualquiera podía ver el peligro? ¿No sería culpa suya si cayera?
Aun así, era nuestro deber hacer lo mejor que podíamos para proteger a las personas, incluso a las que no utilizan su sentido común. Además, hay niños y personas con mala vista. Conocíamos los peligros. Teníamos el deber de advertir a la gente.
Si eres padre, maestro, pastor o líder de algún tipo, tú también tienes el deber de advertir. Si las personas bajo tu cuidado se involucran en algo que conduce a la destrucción, no puedes alejarte y fingir que no lo has notado: tienes que intentar sacarlos del peligro en el que se encuentran.
Para muchos de nosotros esto es muy difícil, porque nos gusta imponer la ley y hacerlo de una manera moralista que causa un dolor y vergüenza innecesarios. Otros somos todo lo contrario: nos rehuimos de involucrarnos y esperamos que otro se encargue de ello. ¿Qué hacer?
Santiago nos dice: «Hermanos, si alguno de ustedes se ha apartado de la verdad y otro lo hace volver a ella, 20 sepan que el que haga volver al pecador de su mal camino, lo salvará de la muerte y cubrirá una gran cantidad de pecados.» (Santiago 5: 19-20). Solo podemos hacer esto correctamente si actuamos bajo la guía del Espíritu Santo, si realmente amamos a la persona a la que estamos tratando de alcanzar y mostramos ese amor a través de todo lo que hacemos y decimos en la situación. Si el amor de Dios vive en nosotros, nos impedirá ignorar la situación peligrosa o hacer cosas que la empeorarán.
Si quieres un ejemplo mira a Jesús, nuestro Salvador. Cuando estábamos en peligro de muerte y del infierno él no solo nos advirtió, sino que nos amó tanto que vino a nuestro mundo dar su vida por nosotros en la cruz, destruyendo el poder que el pecado tenía sobre nosotros, conquistando la muerte al resucitar y compartiendo esa vida con todos los que confían en él. Tanto nos ama.
ORACIÓN: Señor, gracias por advertirnos y salvarnos. Amén.
Preguntas de reflexión:
¿Alguien te ha advertido alguna vez sobre un peligro espiritual?
¿Te resulta fácil o difícil advertir a las personas que amas sobre los peligros espirituales? ¿Cómo puedes encontrar ayuda para esto?
Dra. Kari Vo