«Nuestro Mediador» – Cristo para Todas las Naciones

¿Alguna vez has necesitado la ayuda de un mediador? Si vienes de una cultura vietnamita tradicional, la respuesta definitivamente sería «sí». Eso se debe a que, en esa cultura, casi todas las decisiones importantes que involucran a dos partes también involucran al menos a un mediador, ¡aunque por lo general no se les llama «mediador»!

Déjame contarte. Supongamos que alguien de la cultura vietnamita quiere comprar el auto de un amigo. No sólo llega y le dice: «Oye, me gustaría comprar tu auto». Si hiciera eso, el dueño del auto se sentiría presionado a vendérselo, aunque no quisiera, por el hecho de que son amigos. No podría decirle que «no» en la cara a su amigo sin que esto fuera una gran falta de respeto. Así funciona esa cultura. La persona obtendría lo que quiere, el auto, pero también podría perder una amistad, porque su amigo se molestaría por la forma en que se le incomodó y no se le dio la oportunidad de decir que «no» al trato sin sentirse presionado.

Entonces, ¿cuál sería la forma correcta de manejar algo así? Habría que encontrar un mediador. Se acudiría a alguien que los conozca a ambos, por ejemplo, un amigo en común, y se le diría: «Oye, realmente me gustaría comprar el auto de fulano de tal. ¿Crees que estaría interesado en venderlo?». Entonces, el amigo en común haría de mediador. Él buscaría al dueño del automóvil y le diría: «Creo que a fulano de tal realmente le gustaría comprar tu automóvil, si te interesa venderlo». Así, el propietario del automóvil podría responder que «sí» o que «no» al mediador, quien luego entregaría el mensaje. De esa manera todos obtienen una respuesta sincera, y nadie tiene que lidiar con la vergüenza o el dolor de un rechazo en la cara.

Sin embargo, esto sólo funciona si se cuenta con un amigo mutuo de confianza, una tercera persona que los conozca y se preocupe por ambos. Especialmente en los casos más importantes, se necesita de una persona que realmente los ame a ambos y que tenga un interés real en ambas vidas. En situaciones de mayor riesgo, esa persona debe ser un pariente. Y tenemos justamente a un pariente en Jesucristo.

Sabemos muy bien el gran lío en el que estamos metidos con Dios. Por naturaleza Dios es bueno, santo, justo, misericordioso, amoroso, perfecto y todo lo bueno. ¿Pero nosotros? Bueno, lo mejor que se puede decir de nosotros es que ya no funcionamos bien. No somos lo que Dios quería que fuéramos. Estamos retorcidos y destrozados, lidiamos una batalla interminable con el deseo de hacer el mal, lastimamos a otros e incluso nos rebelamos contra Dios mismo.

Necesitamos ayuda. Necesitamos el perdón, la ayuda y la transformación de Dios, especialmente. Pero, ¿cómo podemos hablar con Él si estamos tan lejos por el gran lío? Necesitamos un mediador. Necesitamos el tipo de mediador más cercano, uno que sea pariente de los dos.

Y tenemos justamente a un pariente: Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre. Él se ha convertido en nuestro Salvador y nuestro Mediador, y nos ama a todos. Estamos en las mejores manos con Él. No es posible que se equivoque. ¡Gracias a Dios!

ORACIÓN: Querido Señor Jesús, ayúdame a confiar en ti para representarme frente a Dios. Amén.


Para reflexionar:
¿Alguna vez has necesitado a un amigo o pariente como mediador?
¿En cuál área específica de tu vida te gustaría que Jesús fuera el mediador entre tú y Dios?


Dra. Kari Vo

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