No lo guardes – Cristo para Todas las Naciones

Dios, a quien sirvo con todo mi corazón predicando el evangelio de su Hijo, es testigo de que los recuerdo siempre en mis oraciones, y de que en ellas le ruego que, si es su voluntad, me conceda que por fin pueda ir a visitarlos. Porque deseo verlos… Pero quiero que sepan, hermanos, que muchas veces me propuse ir a visitarlos para tener también entre ustedes algún fruto, como entre los otros hermanos no judíos, pero hasta ahora he encontrado obstáculos… Así que, por mi parte, estoy dispuesto a anunciarles el evangelio también a ustedes, los que están en Roma (Romanos 1:9-11a, 13, 15).

Cuando nuestro hijo Aaron comenzó a trabajar hizo un ahorro y en la Navidad nos dio regalos grandes a su papá, sus hermanos y a mí. A mí me regaló un perfume muy caro que siempre había querido, pero nunca me había dado el lujo de comprar. Su aroma llena toda la habitación. ¡Es delicioso! Entonces decidí que solamente iba a usar ese perfume en ocasiones especiales. Era demasiado especial. No podía desperdiciarlo. Pero ¡qué tontería! Algo tan precioso es para usarlo, no guardarlo, recapacité. 

Muchas veces Pablo oró para que Dios le diera la oportunidad de ir a la iglesia en Roma, pero se le habían presentado obstáculos. Dios tenía otros planes para Pablo antes de que fuera a Roma.  Pablo había sido enviado a predicar de Cristo no solamente a los romanos, sino también a los griegos y a los bárbaros, a los sabios y a los insensatos. 

Hoy en día, usted y yo debemos hacer frente a la tentación de guardarnos el regalo tan precioso del evangelio sólo para nosotros o para quienes son como nosotros. ¡Qué tontería! Algo tan precioso es para usarlo, no guardarlo. También tenemos que luchar con la tentación de querer presentar el evangelio en otro lugar y no donde estamos. ¡Qué tontería! Algo tan precioso es para usarlo, no guardarlo.

Oremos: Señor, ayúdanos a predicar el perfume del evangelio donde estamos y a que oremos por aquellos a quienes queremos llegar, pero no hemos podido aún. Amén. 

Para reflexionar:

* ¿Qué ha hecho Dios en tu vida que puedas compartir con otros?

* ¿Con quién puedes compartirlo?

Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra

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