“Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: «Vengan conmigo ustedes solos, a un lugar apartado, y descansen un poco.» Y es que tanta gente iba y venía, que ellos no tenían tiempo ni para comer. Así que se fueron solos en una barca a un lugar apartado. Pero muchos que los vieron partir los reconocieron y los siguieron a pie desde las ciudades. Llegaron antes que ellos, y se reunieron con él. Cuando Jesús salió de la barca y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos, porque parecían ovejas sin pastor, y comenzó entonces a enseñarles muchas cosas” Marcos 6:30-34
Me encanta lo que Jesús les dijo a los apóstoles cuando ellos regresaron de haber sido enviados a predicar: “Vengan conmigo ustedes solos, a un lugar apartado, y descansen un poco”. Tómense un tiempo para descansar y relajarse. Aléjense de las cargas que llevan. Vengan conmigo y tengan un poco de paz.
Jesús mismo necesitaba algo de tiempo para estar solo. El rey Herodes acababa de asesinar a su primo Juan el Bautista. Además del dolor de perder a un pariente, la muerte de Juan era una señal que apuntaba a la muerte del propio Jesús. “Esto que me pasó a mí es lo que te pasará” le decía la muerte de Juan.
Así que Jesús tomó a sus discípulos y cruzó el lago, buscando un lugar tranquilo para estar solo. Pero no funcionó. La multitud los vio irse y los persiguieron por la orilla del lago. Cuando Jesús y los discípulos llegaron a su lugar tranquilo, ¡ya no estaba tranquilo! Había un montón de gente esperándolos, pidiendo ayuda, necesitando atención. Me imagino que muchos suspiraron en ese barco cuando vieron lo que les esperaba.
Aun así, Jesús tuvo misericordia de esas personas, al igual que de sus discípulos. ¿Por qué? Porque su corazón estaba con ellos, eran como ovejas sin pastor. Jesús tuvo que hacer malabares con tres tipos de necesidades: la suya, la de sus discípulos y la de la multitud. ¿Te suena familiar? Apuesto a que sí. Muchas veces tratamos de equilibrar o balancear las necesidades: las nuestras, las de nuestras familias, las del trabajo … y a veces no lo logramos. Algunas veces balanceamos todo bien, pero nos sentimos abrumados. ¡Las necesidades son demasiado grandes y nosotros somos demasiado pequeños!
Jesús lo sabe. Él mismo lo vivió. Por eso Él se dio a sí mismo completamente por nosotros, entregando su propia vida para satisfacer nuestras necesidades, primero a través de sus años de vida, trabajo, enseñanza, predicación y sanidad, y luego a través de su sufrimiento, muerte y resurrección. Él se dio a sí mismo por nosotros para que pudiéramos vivir, incluso cuando estemos sobrecargados, abrumados, vencidos en todos los sentidos.
Y ahora, a través del Espíritu Santo, Él se da a sí mismo a nosotros, y se convierte en nuestra fuerza y sabiduría, en nuestra compasión por los demás. Él vive a través de nosotros, como dice Pablo: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4: 7). Y cuando vuelva en gloria, nos regocijaremos juntos de ver todas las cosas buenas que ha hecho: su Espíritu obrando en nosotros.
ORACIÓN: Querido Señor, ayúdame cuando yo no sea suficiente. Tú eres suficiente para mí y para las personas que quiero. Amén.
Preguntas de reflexión:
¿Qué haces cuando sientes que no eres suficiente para satisfacer una necesidad que enfrentas?
Piensa en una ocasión en la que Jesús te ayudó justo cuando sentías que no podías más.
Dra. Kari Vo