Cuando se cumplió el tiempo, Elisabet dio a luz un hijo. Y cuando sus vecinos y parientes supieron que Dios le había mostrado su gran misericordia, se alegraron con ella. Al octavo día fueron para circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: “No, va a llamarse Juan.” Le preguntaron: “¿Por qué? ¡No hay nadie en tu familia que se llame así!” Luego le preguntaron a su padre, por señas, qué nombre quería ponerle. Zacarías pidió una tablilla y escribió: “Su nombre es Juan.” Y todos se quedaron asombrados. En ese mismo instante, a Zacarías se le destrabó la lengua y comenzó a hablar y a bendecir a Dios. (Lucas 1:57-64)
¿Has notado que Zacarías no recupera la voz una vez que nace su hijo? Parece extraño. ¿Por qué Dios lo haría esperar más?
Veamos nuevamente lo que dice la promesa: “Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Juan. Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento… ahora vas a quedarte mudo, y no podrás hablar hasta el día en que esto suceda” (Lucas 1:13b-14, 20b).
Entonces, nació un hijo, sí, y los padres se alegraron, sí. Pero “estas cosas” no se cumplieron por completo hasta que la comunidad se regocijó y el bebé se llamó oficialmente Juan (que significa “el Señor es misericordioso”).
Dios envió a Juan al mundo para hacer felices a Elisabet y Zacarías, pero no solo a ellos. Juan prepararía el camino para Jesús, nuestro Salvador, y eso hizo de Juan un regalo maravilloso y muy esperado para las muchas, muchas personas que estaban esperando que Dios las salvara. Jesús nunca estaba lejos de donde estaba Juan. ¡No es de extrañar que Zacarías (y muchos otros) alzaran la voz para celebrar!
Gracias, Señor, por enviar a Juan y luego a Jesús, nuestro maravilloso Salvador. Amén.
Para reflexionar
Cuando eras niño, ¿qué esperabas con mucho anhelo?
¿Cuánta ansiedad te crea esperar por algo que deseas desesperadamente?
¿Crees que Zacarías se lamentó de su tiempo de silencio? ¿Por qué?