Desde entonces Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y morir y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reconvenirlo: “Señor, ¡ten compasión de ti mismo! ¡Que esto jamás te suceda!”