Todos perderemos el rumbo, como ovejas, y cada uno tomará su propio camino; pero el Señor descargará sobre él todo el peso de nuestros pecados. Se verá angustiado y afligido, pero jamás emitirá una queja será llevado al matadero, como un cordero; y como oveja delante de sus trasquiladores se callará y no abrirá su boca. Isaías 53:6-7
Lo que tuvo que soportar nuestro Salvador por causa de nuestras maldades fue tan profundo y terrible, que sólo puede entenderse a través de ciertas analogías o comparaciones. En la escala de los sufrimientos posibles, lo que tuvo que soportar Jesús es el máximo imaginable. Sin embargo, aun siendo santo e inocente, no se quejó. Pero el profeta también describe por medio de una analogía la condición de la humanidad: somos como un rebaño de ovejas disperso y descarriado que ignoran la voz de su pastor; cada una toma su propio rumbo. Esta es la razón por la cual el manso cordero, el Hijo obediente, debe soportar semejante peso.
Las imágenes proceden del mundo bíblico, de la actividad pastoril. Aunque no estemos familiarizados con dicho mundo, no nos resulta difícil comprender las imágenes que nos ofrece Isaías. Lo normal ante el dolor y el sufrimiento extremo es la queja, los gritos, incluso pronunciar maldiciones, como lo hicieron los malhechores condenados junto con Jesús. Pero este manso cordero es “el cordero de Dios que quita los pecados del mundo” (Juan 1:29). Su silencio indica obediencia, sumisión, entrega, aceptación de su destino. Él sufre de manera horrorosa para que tengamos perdón, libertad, vida eterna. Es el silencio de quien sufre por amor. Es terrible, pero necesario.
¿Qué cosas cargó Él por ti? ¿Podrías enumerarlas? ¿Te imaginas a un solo ser cargando sobre sí mismo todos los males, las rebeldías y las perversiones de toda la humanidad? Imposible imaginar tanto sufrimiento. Fue por nosotros. Fue por ti y por mí.
Amado Jesús: No alcanzo a comprender cuánto tuviste que sufrir en mi lugar. Te alabo con todas mis fuerzas. Hazme parte de tu rebaño. Amén
Para reflexionar
¿Has sufrido un dolor al que calificarías de insoportable?
¿Qué experiencias te han hecho quejar amargamente?
Piensa en los quejidos y dolores que nos evita el silencio de Jesús.