Manteniendo las líneas abiertas – Cristo para Todas las Naciones

El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13:4-7

La Batalla de la Barricada ha finalmente terminado cerca de donde vivo. Una vía importante en mi parte de la ciudad estuvo en reparaciones recientemente. En muchas ocasiones, cuatro de los seis carriles de la calle estaban cerrados al tráfico. Quienes debían pasar por allí se sentían molestos y exasperados porque la calle bloqueada no podía acomodar el flujo de vehículos que intentaba usarla.

San Pablo, preocupado por las calles con barricadas entre los cristianos a los que servía, escribió a los de Corinto “ábrannos su corazón” (2 Corintios 6: 13b). La iglesia luchó con muchos problemas que socavaron su amor mutuo y su servicio a los demás. Entre los problemas de la iglesia de Corinto estaban las divisiones entre los creyentes (amargura, celos); problemas de inmoralidad; juicios; luchas matrimoniales; idolatría; y mucho más (ver 1 Corintios).

Pablo pudo ver que la fe de los corintios estaba obstruida por los muchos problemas de la vida. Cristo usa a su pueblo como arterias para transmitir su amor. Sin embargo, con demasiada frecuencia, los cristianos sufrimos el endurecimiento de las arterias. Permitimos que la amargura restrinja el fluir de su amor. Bloqueamos nuestros corazones con vanidad o preocupación por satisfacer nuestros deseos.

El amor de Dios por nuestro mundo no tiene límites. Sin embargo, muchas personas en muchas circunstancias diferentes se sienten amadas y no amadas. ¿Qué ocurre? Una buena parte del problema proviene del hecho que demasiados cristianos colocan letreros de «Camino cerrado».

Necesitamos ensanchar nuestro corazón y derribar las barreras en nuestras vidas. Cuando permitimos que el amor de Cristo fluya hacia los demás a través de nosotros, nuestra capacidad de amar se profundiza y nuestra perspectiva se agranda. Cuanto más practiquemos esta actitud, mejor compartiremos el amor de Dios con los demás. También comenzamos a comprender la compasión de Dios por todos los pecadores. Al final, recibimos más de lo que posiblemente podemos dar. 

Dios nos ayuda a pelear la Batalla de las Barricadas en nuestra vida. Envió a su Hijo a morir por nuestros pecados para que nosotros también muramos a nosotros mismos y vivamos para Él. Pedro lo dijo bien: “Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados” (1 Pedro 2:24).

Dios ensanchará nuestro corazón para amar a los demás a través de su Espíritu que obra en nosotros. Solo necesitamos invitarlo a que lo haga y permanecer abiertos a las reparaciones.

ORACIÓN: Padre Celestial, siéntete libre de trabajar en mi vida haciendo los cambios necesarios. En el nombre de Jesús. Amén.

Preguntas de reflexión:
¿Cómo puede el amor ayudarnos a superar los muchos inconvenientes de la vida, incluso cosas como los arreglos en las autopistas?
¿Sientes que cierras tu corazón a ciertas personas? ¿Crees poder cambiar tu respuesta?

The Lutheran Layman, 1978, Jane Fryar

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