Ellos se espantaron y se atemorizaron, pues creían estar viendo un espíritu; pero Jesús les dijo: “¿Por qué se asustan? ¿Por qué dan cabida a esos pensamientos en su corazón? ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! Tóquenme y véanme: un espíritu no tiene carne ni huesos, como pueden ver que los tengo yo”.