Lo único bueno – Cristo para Todas las Naciones

Y les dijo José a sus hermanos: «¡Yo soy José! ¿Vive todavía mi padre?» Pero sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban confundidos en su presencia. Entonces José les dijo: «Acérquense a mí.» Ellos se acercaron, y él les dijo: «Yo soy José, su hermano, el que ustedes vendieron a Egipto. Pero no se pongan tristes, ni lamenten el haberme vendido, porque Dios me envío aquí, delante de ustedes, para preservarles la vida. Ya ha habido dos años de hambre en todo el país, y aún faltan cinco más, en los que no habrá quien are la tierra ni quien coseche nada. Pero Dios me envió delante de ustedes, para preservar su descendencia en la tierra y para darles vida mediante una gran liberación. Así que no son ustedes quienes me mandaron acá, sino Dios… ¡Pero dense prisa! Vayan con mi padre y díganle esto de mi parte: “Dios me ha hecho señor de todo Egipto. Ven a mí; no te detengas. Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí… Yo te alimentaré allí…” Llorando también, José besó luego a todos sus hermanos… Génesis 45: 3-8a, 9-10a, 11a, 15a

La historia de José es una historia con gran maldad. Es la historia de un joven malcriado cuyos hermanos lo venden como esclavo y le dicen a su padre que está muerto. José termina en Egipto muy lejos, donde cae aún más bajo, terminando en la cárcel durante años. Y allí, en la cárcel, le hace un favor a un funcionario del gobierno, y él se olvida por completo de la súplica por libertad de José.

Así que si alguien tenía motivos para perder su fe en Dios, ése era José. José lo había perdido todo, no solo una vez, sino tres veces. ¿Qué bien podría salir de este mal?

José no lo sabía, pero se aferró a Dios, posiblemente por pura desesperación.

Puede que tú nunca hayas sido un esclavo, pero supongo que conoces ese sentimiento, ese lugar donde no te queda nada de qué aferrarte más que de Dios mismo. Ese punto en el que sabes muy dentro de ti que tu fe no es un mérito tuyo, porque en realidad no tienes otras opciones. El punto en el que Jesús se convierte en tu vida, esperanza y consuelo, porque ya no puedes huir hacia otros dioses falsos; tu vida se los ha llevado a todos.

José está recordando eso cuando habla con sus hermanos. Ellos todavía están atrapados en la red del miedo, el odio, la culpa y el dolor, pero José no. José ha salido del crisol con lo único que vale la pena: con Dios mismo. Por extraño que parezca, José incluso puede ver la mano de Dios en el mal que le sucedió. Y por terrible que haya sido, Dios había sacado algo bueno de ello. El mal es real, sí, pero también lo es la redención de Dios.

Quizá ya puedas mirar hacia atrás en tu vida y decir: «Sí, Dios sacó algo bueno de ese gran mal que viví». O puede que todavía estés sufriendo, aferrándote a Jesús con todo tu corazón. De cualquier manera, hoy sabes lo que sabía José: que Jesús es todo para ti, tu único Salvador, el que se aferra a ti. Y porque sabes eso, tarde o temprano, Él puede convertirse en un canal de su ayuda y consuelo para otros.

ORACIÓN: Amado Señor, aférrate a mí en tiempos de problemas y mantenme confiando en ti. Amén.

Para reflexionar:

Menciona un momento muy difícil y oscuro de tu vida.

¿De qué maneras estuvo Dios ahí contigo durante ese tiempo?

Dra. Kari Vo

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