Mientras Jesús estaba en Betania, sentado a la mesa en la casa de Simón el leproso, llegó una mujer. Llevaba ésta un vaso de alabastro con perfume de nardo puro, que era muy costoso. Rompió el vaso de alabastro, y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… Jesús dijo: “… Ella ha efectuado en mí una buena obra… De cierto les digo que en cualquier parte del mundo donde este evangelio sea proclamado, también se contará lo que esta mujer ha hecho, y así será recordada.” Marcos 14:3, 6b, 9
A quienes asistían a una cena en los días de Jesús, por lo general alguien los ungía con aceite. Era una forma de honrar a los invitados, así como hacemos nosotros cuando tomamos el abrigo del invitado, lo sentamos en la mejor silla y utilizamos la mejor vajilla para la cena.
Pero lo que hizo María fue mucho más. No usó aceite sino nardo, un ungüento dulce cuyo valor era casi el salario de un año, que tenía en una botella larga y de cuello fino hecha de alabastro, cuyo equivalente moderno tal vez sería el jade. El ungüento solo se podía sacar rompiendo el cuello de la botella. A los ojos de María, valía la pena: amar a Jesús, mostrarle lo que él significaba para ella.
¿Será que María recordó esto cuando, solo un par de días después, Jesús permitió que su cuerpo fuera lastimado y su vida derramada por amor a ella y a todos nosotros? No hay regalo más caro. El cuerpo de Jesús derramó la misericordia de Dios sobre todos nosotros, y su resurrección de entre los muertos significa que todos los que confiamos en él seremos bienvenidos en el reino de Dios.
Señor, gracias por derramar tu vida por amor a mí. Amén.
Para reflexionar
¿Qué es lo más caro que tienes en tu casa?
¿Qué es lo más costoso (¡no necesariamente en dinero!) que has hecho por amor a Jesús?
¿Hay algún objeto, dibujo u otra cosa que te recuerde cuánto te ama Jesús?