Jesús se conmovió en espíritu, y declaró: «De cierto, de cierto les digo, que uno de ustedes me va a entregar… Enseguida, Jesús mojó el pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón… En cuanto Judas tomó el bocado de pan, salió. Era ya de noche (Juan 13:21, 26b, 30).
Los acontecimientos se precipitan. Las sombras de la noche son propicias a la flagrante traición que sobrevendrá apenas unas horas más tarde. Durante la celebración pascual, en la intimidad con sus discípulos, Jesús se conmueve en espíritu y les anuncia a los suyos que uno de ellos lo traicionará. Las traiciones no se anuncian, en todo caso se sospechan y se temen. Una traición no viene de un enemigo, sino siempre de alguien del círculo íntimo, por eso la traición está catalogada como el acto más despreciable en el género humano.
Los sufrimientos de Jesús no son solo los latigazos de los soldados romanos, son también la audacia cruel de uno de los suyos que se atrevió a vender su alma al diablo.
Jesús anunció la traición para que sus discípulos supieran que nada lo toma por sorpresa, que él todo lo sabe y que acepta el camino que el Padre celestial eligió para él. La traición de Judas es un eslabón más en el camino del sufrimiento de Jesús para la liberación de la humanidad. Aunque conmovido en espíritu, Jesús mantiene su compostura y anuncia la traición para que más adelante sus discípulos, al recordar ese momento, fortalezcan su confianza en él y en sus promesas.
Jesús todo lo sabe, y no pierde su integridad. Él te conoce también a ti en lo más profundo, conoce tu corazón, tus miedos, tus ansiedades y las tentaciones que enfrentas. Pero nada de eso lo conmueve más que saber que él quiere y puede hacer algo por ti. Fue por ti que soportó la traición. Confía en su sabiduría y en su obra perfecta que perdona todos tus pecados. Hoy, una vez más, Jesús te llama a confiar en él.
Padre, gracias por darme los beneficios de los sufrimientos de Jesús. Amén.
Para reflexionar
- ¿Qué cosas necesitas poner a los pies de Jesús?
- ¿Qué te impide confiar plenamente en su perdón?
Rev. Héctor Hoppe