¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! – Cristo para Todas las Naciones

Arrojando su capa, el ciego dio un salto y se acercó a Jesús, y Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le respondió: «Maestro, quiero recobrar la vista.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y enseguida el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús en el camino (Marcos 10:50-52).

Este domingo es el vigésimo tercer domingo después de Pentecostés y recordamos que el Señor, Jesucristo, abre nuestros ojos a Dios y nos lleva hacia Él.

 Entremos juntos en la escena de la lectura de hoy: Jesús y sus discípulos están saliendo de Jericó, rodeados por una gran multitud. En medio del bullicio y la confusión, hay un hombre ciego, Bartimeo, sentado junto al camino. Su vida ha sido una lucha constante. Pero cuando Bartimeo escucha que Jesús está pasando por allí, con una fe inquebrantable, empieza a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!»

A pesar de que muchos intentan callarlo, Bartimeo no se rinde y grita aún más fuerte. Y el Hijo de Dios, se detiene por un hombre marginado y olvidado por el mundo. Los que están cerca le dicen a Bartimeo: «¡Ánimo! ¡Levántate, que Jesús te llama!» Lleno de esperanza, Bartimeo arroja su capa, se levanta de un salto y se acerca a Jesús.

De igual manera Jesús nos llama hoy a levantarnos de nuestras propias oscuridades y desesperanzas. Por su Evangelio, nos invita a conocerlo y seguirlo.

En nuestras vidas enfrentamos obstáculos y dificultades que nos pueden hacer sentir como Bartimeo. Quizá tu vida ha sido una lucha constante. Pero Jesús está pasando por aquí. Gritemos: «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!»

Y si las luchas y pruebas intentan callarte, no te rindas y grita aún más fuerte.

¡Ánimo! ¡Levántate, que Jesús te llama! Lleno de esperanza, arroja la capa de tus propias seguridades, levántate de un salto y acércate a Jesús.

Jesús te pregunta hoy: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él siempre está dispuesto a detenerse por nosotros. Nos escucha cuando clamamos, nos anima cuando estamos desanimados y nos capacita con su gracia para seguirlo.

Oremos: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Amén.

 Para reflexionar:

*Cuando enfrentas dificultades, ¿cómo fortalece Dios tu fe para gritar aún más fuerte, sabiendo que Él escucha y se detiene por ti?

*¿De qué manera puedes compartir con otros la esperanza y el consuelo que has encontrado en Jesús, animándolos a acercarse a Él en sus momentos de necesidad?

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