Mientras José reflexionaba al respecto, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, porque su hijo ha sido concebido por el Espíritu Santo. María tendrá un hijo, a quien pondrás por nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:20-21)
Me pregunto si José alguna vez tuvo problemas para aceptar su lugar en toda esta historia de Navidad. Si María hubiera tenido dudas de ser la persona adecuada, tenía la prueba de la elección de Dios en su propio cuerpo, en su embarazo. ¿Pero José? Él solo tuvo sueños. Y es un poco más difícil aferrarse a ellos cuando surgen dudas.
Tal vez por eso el ángel se dirigió a él como “José, hijo de David”. Hacía mucho tiempo, Dios le había prometido al Rey David que el Mesías vendría de su familia: “Yo elegiré a uno de tus propios hijos y afirmaré su reinado. Yo seré un padre para él, y él me será un hijo” (2 Samuel 7:14).
Si José iba a ser el padre legal del Mesías, necesitaba ser un hijo de David, y él lo era. Dios escogió a José con tanta seguridad como escogió a María. En caso de dudas, José podría apoyarse en esa promesa.
Dios también te eligió a ti y te selló con una promesa: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios” (1 Juan 5:1). Eres de Dios para siempre, a través de la obra amorosa de Jesús tu Salvador, quien murió y resucitó por ti.
Querido Padre, gracias por haberme elegido para ser tuyo. Amén.
Para reflexionar
¿Por qué crees que Dios eligió hablarle a José en sueños?
¿Es difícil para ti confiar que Dios te ha elegido?
Si es así, ¿qué haces cuando se te presentan esas dudas?