Golpes visibles y ocultos – Cristo para Todas las Naciones

Los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban (Lucas 22:63).

En las sombrías horas de la noche, Jesús enfrentó la crueldad de los hombres que lo custodiaban. Sus ojos vendados, su rostro marcado por los golpes y su cuerpo exhausto, soportó la violencia física sin resistirse. Los guardias, cegados por su propia maldad, no se dieron cuenta de que estaban golpeando al Hijo de Dios, al Salvador del mundo. Los moretones y las heridas visibles en su piel eran el precio que pagaba por nuestra redención.

Pero hay más en esta historia de lo que se ve a simple vista. Más allá de los golpes físicos, Jesús también llevaba en su corazón las heridas ocultas. Estas no eran visibles para los ojos humanos, pero eran profundas y dolorosas. ¿Qué eran esos golpes ocultos? Eran los golpes del rechazo. La creación que él mismo había formado, aquellos por los que venía a entregar su vida, también contribuyeron a su sufrimiento. Nosotros, como parte de esa creación, también fuimos culpables. Nuestros pecados, nuestras palabras hirientes, nuestra falta de honor hacia Él, todo eso dejó cicatrices en su corazón. El Creador herido por su propia creación.

Y luego estaban las burlas. Las burlas que nosotros merecíamos, él las recibió en su totalidad. Aquel que había sido acusado de blasfemia ahora era blasfemado. Pero en su amor incomprensible, Jesús eligió llevar nuestros pecados al madero. Tomó sobre sí mismo la carga de nuestra rebelión, para que pudiéramos ser reconciliados con Dios.

Hoy día, nosotros también podemos burlarnos de Jesús, cuando no le damos el honor que por derecho le corresponde como Hijo de Dios, cuando no valoramos su sacrificio, cuando vivimos como si su amor no importara. ¡Pero recordemos su sufrimiento, su gracia y su perdón! Honremos a Jesús con nuestras palabras, acciones y corazones. Que su amor insondable nos inspire a vivir en gratitud y reverencia hacia aquel que soportó golpes visibles y ocultos por nosotros.

Oremos: Querido Señor, gracias por soportar los golpes que mi pecado te causó. Ayúdame a vivir una vida llena de gratitud. Amén.

Para reflexionar:

*¿Están tus acciones honrando o deshonrando a Dios?

*¿Cómo puedes vivir una vida que honre a Dios?

Escrito por Abigaíl Ramírez

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