Será despreciado y desechado por la humanidad entera. Será el hombre más sufrido, el más experimentado en el sufrimiento. ¡Y nosotros no le daremos la cara! ¡Será menospreciado! ¡No lo apreciaremos! Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados. Isaías 53:3-5
Como si fuera el libreto de una película a filmarse siglos más tarde, el profeta Isaías nos ofrece un texto desgarrador acerca de un personaje al que se ha dado en llamar el “siervo sufriente”. Nadie acierta en aplicar esas experiencias a algún personaje histórico de sus días. Sin embargo, aquellos que vieron la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo no tuvieron dudas de a quién se referían esas palabras. Leer el cántico de Isaías 53 es ser transportados a Jerusalén, al pretorio ante Pilato, ver a Jesús azotado y humillado al extremo, verlo arrastrarse al Calvario y ser testigos de su resurrección gloriosa. La identidad de ese ser misterioso finalmente es revelada. ¡Era Él!
Las apariencias engañan. Quienes pasaban cerca de la cruz seguramente pensaban “algo habrá hecho, se lo tiene merecido”. Los propios judíos que pidieron a gritos su crucifixión pensaban que Dios lo estaba castigando por blasfemo. Pero hay un momento en el que ese testigo anónimo frente al Siervo Sufriente descubre la verdad: el que sufre allí no padece por alguna maldad que él haya cometido. No. Él padece lo que nosotros deberíamos padecer.
Que sufra alguien culpable puede importarnos poco. Pero que sufra un inocente, y que además lo haga por nosotros, es algo que debería conmovernos. El día que descubrimos esa verdad, ya nada es lo mismo. Fue por ti y por mí.
Querido Jesús: ¡cuánto has padecido en mi lugar! Quiero vivir contigo y para ti. Amén
Para reflexionar
¿Te ha tocado sufrir algún castigo injustamente? ¿Has podido superarlo?
¿Has juzgado alguna vez a alguien por las apariencias? ¿Estás
arrepentido?
¿Qué cosas deberíamos padecer por nuestros pecados?