… En la fiesta de su cumpleaños, Herodes ofreció una cena… Entonces la hija de Herodías se presentó en la fiesta y bailó, y tanto agradó esto a Herodes … bajo juramento le dijo: “Yo te daré todo lo que me pidas, ¡aun si me pides la mitad de mi reino!” … ella le dijo al rey: “… la cabeza de Juan el Bautista.” Enseguida, el rey ordenó a un soldado de la guardia que le trajeran la cabeza de Juan. Cuando los discípulos de Juan supieron esto, fueron a reclamar el cuerpo para darle sepultura. Marcos 6:21b, 22a, 23, 25b, 27, 29
La muerte de Juan nos recuerda que la fe en Jesús no es un cuento de hadas; que a veces las cosas salen mal, incluso para los creyentes. Sin embargo, Dios siempre tiene el control. Juan fue el último profeta nacido en forma milagrosa para prepararle el camino a Jesús. Aun así, murió injustamente, en la cárcel, solo, aparentemente abandonado por Dios y por el mismo Jesús.
A Juan le podría haber resultado fácil perder la fe, pensar que Dios no existía o que no era digno de confianza y que no valía la pena servirle. Y tal vez se preguntó por qué Jesús no hizo un milagro y lo sacó de la cárcel. Nosotros también podemos tener dudas en las noches oscuras, cuando nos dicen que tenemos cáncer, cuando recibimos esa llamada que tanto tememos, cuando llegamos al final de nuestro matrimonio o cuando perdemos un ser querido.
Aun así, conocemos al Señor. Sabemos cómo es, sabemos que nos ama, que dio su vida por nosotros, que nos advirtió que tendríamos problemas y que prometió estar siempre con nosotros. Quizás no podamos permanecer en él, pero él permanece en nosotros, incluso en los momentos más oscuros.
Señor, permanece en mí cuando yo no pueda aferrarme a ti. Amén.
Para reflexionar
¿Qué cosas te hacen dudar de tu fe?
¿Cómo afrontas esas dudas?
¿Qué significa para ti saber que Dios permitió que Juan tuviera un final tan difícil?