El valor del cuerpo – Cristo para Todas las Naciones

Tal vez alguien pregunte: ¿Y cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? No preguntes tonterías. Lo que tú siembras no cobra vida, si antes no muere. Y lo que siembras no es lo que luego saldrá, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de algún otro grano; pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada semilla le da su propio cuerpo. No todos los cuerpos son iguales, sino que uno es el cuerpo de los hombres, y otro muy distinto el de los animales, otro el de los peces, y otro el de las aves. También hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero la gloria de los celestiales es una, y la de los terrenales es otra. Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna, y otro el de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en su magnificencia. Así será también en la resurrección de los muertos: Lo que se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 1 Corintios 15: 35-42

En las culturas occidentales tendemos a tratar el cuerpo humano como si no fuera muy importante. Muchas personas, incluso los cristianos, piensan en el cuerpo como algo que deberíamos alegrarnos de dejar atrás al morir: una barrera entre nosotros y Dios. Se imaginan que en la vida del mundo venidero, las personas serán puramente espíritus, sin cuerpo en absoluto.

Pero esto no es lo que dice Dios. Dios nos hizo para ser espíritu y materia a la vez. Dios ve nuestros cuerpos como algo bueno y los considera parte de nosotros. De hecho, Dios mismo eligió tomar un cuerpo humano, cuando nació entre nosotros como el niño Jesús, nuestro Salvador.

Fue a través de su cuerpo que Jesús nos salvó, cuando dio su vida por nosotros en la cruz. Fue en su cuerpo que Jesús resucitó de entre los muertos, no solo un espíritu o como un fantasma, sino un Hombre vivo de nuevo. Y él conserva su cuerpo aún hoy; no lo ha dejado. Será suyo para siempre.

Y esa es la gozosa promesa que Jesús nos hace a todos los que creen en Él: Nosotros también recuperaremos nuestros cuerpos el día en que Él regrese y rehaga el universo. Así como Jesús conserva su cuerpo por toda la eternidad, también nosotros tendremos nuestros cuerpos, libres de pecado, enfermedad y muerte, perfectos y maravillosos. En ese momento, finalmente veremos lo que se supone que sea un ser humano: cuerpo y alma en perfecta armonía, toda la raza humana en una increíble diversidad y belleza. Nadie tendrá que sentir vergüenza, miedo o dolor. Seremos como Jesús y estaremos con Jesús, y nada podría ser mejor.

¿Conocemos los detalles de cómo funcionará todo esto exactamente? No. Pablo deja en claro que habrá algunas diferencias con lo que conocemos ahora; como él dice, la planta del jardín no es exactamente como la semilla que se plantó. Las cosas serán diferentes. Pero Dios tiene sus planes, e implican gloria. Nuestros cuerpos han sido redimidos por Jesús, al igual que nuestras almas, por lo que nuestros cuerpos glorificarán a Dios y serán una fuente de gozo para nosotros por los siglos de los siglos.

ORACIÓN: Querido Señor, gracias por darme mi cuerpo. Ayúdame a esperar por lo que harás con él en la resurrección. Amén.

Para reflexionar:

¿Qué cambió esperas con ansias en la resurrección?

¿Qué significa para ti saber que Jesús eligió hacerse humano y que conserva su cuerpo por toda la eternidad?

Dra. Kari Vo

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