
Pero, aunque Herodes le hacía muchas preguntas, Jesús no respondía nada… Entonces Herodes y sus soldados lo humillaron y se burlaron de él, y lo vistieron con una ropa muy lujosa, después de lo cual Herodes lo envío de vuelta a Pilato (Lucas 23:9,11).
En nuestra lectura del día de hoy, se despliega una ironía trascendental. Herodes, el monarca, experimenta un regocijo al contemplar a Jesús, pero no por razones espirituales. Su interés no yace en conocer al Mesías ni en comprender su mensaje divino. Él anhela presenciar un espectáculo sobrenatural, una señal milagrosa que confirme los rumores que ha escuchado. Sin embargo, Jesús permanece en silencio ante sus preguntas. No se somete a la manipulación ni a la vanidad del rey terrenal.
Aquí se cumple lo que el profeta Isaías escribió: “Será llevado al matadero como un cordero; y como oveja delante de sus trasquiladores, se callará y no abrirá su boca” (Isaías 53:7).
La burla y la humillación que Jesús enfrenta son profundamente dolorosas. Lo visten con ropas lujosas, una parodia de la realeza, ¡realeza que él verdaderamente posee como Hijo de Dios! Herodes y sus soldados, cegados por su ignorancia, se burlan de su identidad celestial sin percatarse de que están tratando al Rey de reyes con desprecio.
Pilato y Herodes, enemigos previos, se reconcilian en ese día. Sin embargo, su amistad temporal no altera la verdad inmutable: ambos declaran la inocencia de Jesús, pero no creen en él. La ironía persiste como un eco en el vasto desierto: aquellos que deberían reconocer al Salvador lo rechazan, mientras que los humildes y los quebrantados de corazón encuentran en él la esperanza y la redención.
Oremos: Señor Jesús, ayúdanos a reconocerte como el Rey verdadero, más allá de las apariencias y las expectativas humanas. Que nuestra fe no dependa de señales milagrosas, sino de la certeza de tu amor y sacrificio en la cruz. Amén.
Para reflexionar:
*¿Qué es lo que te motiva a seguir a Jesús?
*Si no existiera la garantía de algún milagro ¿aun así lo seguirías?