En cuanto amaneció, y luego de reunirse los principales sacerdotes, los ancianos, los escribas y todo el tribunal para ponerse de acuerdo, ataron a Jesús y se lo llevaron a Pilato. Éste le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Y Jesús le respondió: “Tú lo dices.” Los principales sacerdotes lo acusaban de muchas cosas, así que Pilato volvió a preguntarle: “¿No vas a responder? ¡Mira de cuántas cosas te acusan!” Pero Jesús ni aun así respondió, lo que sorprendió mucho a Pilato. Marcos 15:1-5
Está bastante claro que el tiempo de Pilato con Jesús se centró en una sola acusación: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Esa es la única pregunta que Jesús estuvo dispuesto a contestar en una forma educada del siglo primero, y respondió: “Sí”. Las otras acusaciones no importaban, y Jesús no las dignificó con una respuesta. Pero ¿Rey de los judíos? Eso sí era importante.
Para Pilato, la pregunta probablemente significaba: “¿Eres un nuevo líder político que planea rebelarse contra el Imperio Romano?”. Pilato era un hombre práctico; quería saber si se enfrentaba a otra rebelión.
¿Pero para Jesús? El Antiguo Testamento deja muy en claro quién era el Rey de los judíos, el Rey de Israel: Dios mismo. Dios se llama a sí mismo por este nombre varias veces: “Yo soy el Señor, su Dios Santo, el Creador y Rey de Israel” (Isaías 43:15; ver también Isaías 44:6, Sofonías 3:15). ¿Es Jesús este Rey? ¡Claro que sí! Él es el Señor que gobierna sobre todo y que renunciará a todo para salvar a su pueblo, incluso cuando lo rechacen.
Este es el Rey que tenemos, un Rey que reina desde la cruz, cuya corona está hecha de espinas y cuyas vestiduras reales son su propia sangre. Él es nuestro Rey, seamos judíos o gentiles, y nuestro Salvador.
Amado Señor, gracias por ser mi Rey y mi Salvador. Amén.
Para reflexionar
¿Cómo crees que deben lucir los reyes?
¿En qué se parece y se diferencia Jesús a esas ideas?
¿Qué significa para ti que Jesús es tu Rey?