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El supermercado
tenía 21 cajas, pero solo tres estaban abiertas y yo estaba al final de una
larga fila de personas. He estado allí muchas veces, pero no recuerdo que
alguna vez las 21 cajas estuvieran abiertas.
Por supuesto que este no es un problema exclusivo de los supermercados. En las
grandes tiendas sucede lo mismo y en los bancos es común ver los consabidos
letreros: «La próxima ventana, por favor».
Más recientemente, me irrité cuando subí las escaleras de un edificio público
cargando un montón de cajas, solo para encontrarme con pequeños carteles
colgados de cadenas en cada una de las siete puertas, que decían: «Por
favor, use la puerta de la calle Yuma».
Se me ocurre que los mostradores de servicio deberían ser usados para esos
fines, ¿no? Sé que debe haber alguna razón lógica para las señales y barreras y
supongo que en algún momento se utilizarán todas las entradas y salidas, pero
nunca lo he experimentado.
Pero así somos también las personas, ¿no es cierto?
Tenemos dones y habilidades para usar al servicio de Dios y de nuestro prójimo
y se nos presentan muchas oportunidades para servir. Pero, consciente o
inconscientemente, colgamos pequeños letreros: «No estoy disponible en
este momento». «Vea a otra persona». «Estoy muy
ocupado». «Vuelva más tarde».» Lo siento, no puedo
ayudarle».» Lo siento, no voy a ayudarle».
¡Qué diferente es nuestro Señor! Para buscar su ayuda no tenemos que esperar.
De hecho, ya hay abundante ayuda y bendición de parte de Él antes de que se la
pidamos. Nunca vamos a encontrar un letrero que diga que está demasiado ocupado
o demasiado cansado o que tiene mucho que hacer. En conclusión: en lo que a Él
respecta, nunca hay barreras.
El profeta Isaías dice: «No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te
desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te
ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha» (Isaías
41:10).
Más aún, su ayuda es gratuita. A veces es posible que tengamos que esperar,
pero su ayuda y su respuesta siempre merecen la pena esperar.
A veces, lo mejor que podemos hacer por los demás es simplemente estar
con ellos y estar disponibles. Ofrecerle a alguien nuestro tiempo es
un regalo que podemos darle a todos.
Así como Dios ha hecho con nosotros.
ORACIÓN: Querido Padre celestial, recuérdanos que seamos como tu Hijo,
que siempre se entregó a sí mismo por nosotros, incluso hasta la muerte en una
cruz. En su nombre Amén.
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