Lleno de ira, el rey se levantó… mientras que Amán se quedó para suplicarle a la reina Ester que le perdonara la vida… Cuando el rey volvió… y vio que Amán estaba recostado sobre el lecho donde estaba Ester, le dijo: «¿Acaso quieres también violar a la reina en mi propia casa?» Al proferir el rey estas palabras, le cubrieron el rostro a Amán. Entonces Jarboná… dijo: «En la casa de Amán hay una horca … La mandó hacer Amán para colgar a Mardoqueo, que fue quien habló en favor del rey.» Y el rey ordenó: «¡Cuelguen de ella a Amán!» Y así Amán fue colgado en la horca que había mandado preparar para Mardoqueo (Ester 7:7-10a).
Quizás estás pensando, “Amán, recibiste tu merecido”. Y es que, el que la hace, la paga. Proverbios 26:27 lo dice así: «El que cava el foso, en él se cae; al que empuja la piedra, la piedra lo aplasta.» Y Gálatas 6:7 lo dice así: «No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.»
Sin embargo, Amán fue colgado por un crimen que no cometió. El rey Asuero pensó que Amán había agredido sexualmente a la reina, pero Amán era inocente… de ese delito. Pero era culpable de otro: estaba intentando matar a Mardoqueo y al pueblo judío, aunque ellos eran inocentes… aparentemente…
¿Quién de nosotros es libre de “tirar la primera piedra”? Absolutamente todos somos culpables de algún pecado. Merecemos el castigo presente y eterno.
La buena noticia es que por amor a nosotros Jesús pagó por lo que él no hizo. Cayó en un foso que nosotros cavamos, lo aplastó una piedra que nosotros empujamos y cosechó lo que nosotros sembramos. Por eso recibimos su justicia perfecta y perdón.
Oremos: Padre, llévame a tus caminos cuando me extravíe sembrando pecado y condenación. La ley me cubre el rostro y ordena que me cuelguen, pero tu Evangelio grita que soy inocente en Jesús. ¡Gracias! Amén.
Para reflexionar:
*¿Qué puedes empezar a sembrar hoy con la justicia y libertad que te ha dado Cristo?
*Medita en esto: “El que la hace, la paga”. Lo bueno es que lo que tú hiciste (y harás) ya lo pagó Jesús.
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra