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Le dijeron: «Señor, danos siempre este pan.» Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás (Juan 6:34-35).
Cuando mi hija era pequeña, para su cumpleaños le regalamos un conejito. Le compramos una casita, mucha lechuga y un recipiente para el agua. Mi hija diligentemente le daba de comer y le ponía agua limpia todos los días. Nunca habíamos tenido un conejo, por lo que no sabíamos que necesitaba comer mucho más que lechuga para vivir. El conejito murió inevitablemente pues la lechuga en realidad no alimenta ni nutre. Fue un error catastrófico.
Hoy queremos reflexionar acerca de que Jesús es el pan verdadero y vivo del cielo. Él es el alimento que sacia verdaderamente nuestra hambre más profunda y calma verdaderamente nuestra sed más intensa.
Durante el éxodo Dios alimentó a su pueblo en el desierto con maná y carne, mostrando su poder y amor. Y ahora Dios nos da el regalo supremo: su propio Hijo, Jesucristo, quien desciende del cielo para darnos vida eterna. En sus palabras, encontramos consuelo y esperanza, plenitud y satisfacción completas para nuestras almas.
En el Bautismo somos unidos a Cristo y recibimos el don del Espíritu Santo, quien nos capacita para vivir una vida que honra a Dios. Y en la Santa Cena, recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, fortaleciéndonos en la fe.
Pero reconocemos que somos propensos a desviarnos y fallar. A veces nos encontramos buscando satisfacción en las cosas del mundo, en lugar de en Cristo. Sin embargo, incluso en nuestras debilidades, Jesús nos perdona y nos sigue capacitando para hacer su voluntad.
Que su amor nos motive a buscar nuestra satisfacción solo en él, para no cometer el error catastrófico de querer saciarnos con la lechuga que ofrece el mundo en las cosas pasajeras que no nos alimentan verdaderamente.
Oremos: Padre nuestro, te agradecemos por el regalo incomparable de tu Hijo Jesucristo, el pan de vida que sacia nuestra hambre espiritual y calma nuestra sed eterna. Que nuestra fe en él nos impulse a vivir conforme a tu voluntad y a compartir tu amor y gracia. Amén.
Para reflexionar:
*¿Cómo puedes cultivar una mayor dependencia de Jesús como el pan de vida en tu vida diaria, en lugar de buscar satisfacción en las cosas temporales del mundo?
*¿De qué manera puedes reflejar el amor y la gracia de Jesús a los demás?
Diaconisa Noemí Guerra