Y uno de los ancianos me dijo: «No llores, pues el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido y puede abrir el libro y quitarle sus siete sellos.» En ese momento vi un Cordero en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos. Estaba de pie, y parecía haber sido inmolado. …El Cordero se acercó al que estaba sentado en el trono, y de su mano derecha tomó el libro. (Apocalipsis 5:5, 6a-7)
Hay una escena en el libro de Apocalipsis donde Dios está terminando la historia de la creación. El mundo se está acabando paso a paso, y cada paso está simbolizado por la apertura de un libro que tiene siete sellos. Alguien tiene que abrir cada sello para comenzar cada fase del juicio final.
¿Pero quién hará esto? Juan no ve a nadie adecuado para el trabajo. Entonces uno de los siervos de Dios le dice: «No llores, pues el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido y puede abrir el libro y quitarle sus siete sellos.» Claro, y ahora Juan mira a su alrededor, ¿y qué es lo que ve? No un león, sino un cordero; un cordero que estaba «de pie, y parecía haber sido inmolado».
¡Qué extraño contraste! Aparentemente, el León y el Cordero son la misma persona. Y, por supuesto, sabemos quién es esa persona: nuestro Señor Jesucristo, nuestro Salvador.
¿Por qué se lo llama león? La imagen se remonta a Jacob, el padre fundador de Israel quien, cuando estaba bendiciendo a sus hijos justo antes de morir, le dijo a Judá: «Tú, Judá, eres un cachorro de león; tú, hijo mío, te apartaste de tu presa. Te encorvas, te echas como león; te asemejas a un león viejo» (Génesis 49:9). La imagen es de un león que ha tenido éxito en la caza y ha capturado a su presa. Ha terminado de comer y ahora está descansando.
¡Esta es una imagen muy interesante de Jesús! Por un lado, es una gran descripción de lo que Jesús hizo a través de su muerte y resurrección: cazó su presa, el diablo y todos los poderes del mal, los atrapó y los destruyó por completo. Y ahora, luego de su victoria, está descansando. ¿Quién se atrevería a rebelarse nuevamente contra él?
Esa imagen se enfoca en el triunfo de Jesús en la cruz. Pero la imagen de un Cordero se enfoca en otro aspecto: en lo que le costó su victoria. Jesús es el Cordero que había sido inmolado. Él es el sacrificio por el pecado humano, quien entregó su propio cuerpo para expiar nuestro mal y dejarnos limpios nuevamente ante los ojos de Dios, y quien todavía lleva esas cicatrices, incluso en el cielo ante el trono de Dios.
León de Judá, Cordero de Dios, ambas son grandes imágenes de nuestro Señor Jesús. Que ellas nos recuerden su gran victoria y el amor que lo llevó a salvarnos.
ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por defendernos con tenacidad, y por darte a ti mismo misericordiosamente para salvarnos. Amén.
Dra. Kari Vo
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